Responsabilidad Social Corporativa

Cuando, en el mare magnum competitivo en el que estamos inmersos, se alude a algo tan bonito como la Responsabilidad Social Corporativa (RSC), la reacción inmediata sería testimoniar, al unísono, el sincero deseo de contemplar este concepto entronizado, y seguido en todos los movimientos y relaciones empresariales. Porque bonito resulta focalizar una especie de criterio deontológico que vendría a aportar, además de armonía, niveles de credibilidad –y consecuentemente de confianza– entre las propias compañías proveedoras, y de éstas con sus clientes. Asimismo, si una consultora como Gartner se atreve a vaticinar que para 2009 la RSC formará parte de las prioridades que manejen las cúpulas directivas de las empresas, debe interpretarse como una invitación formal a no desentenderse del tema.
Sin embargo, animando a que no desfallezcan las buenas intenciones de quienes están persuadidos de las indudables ventajas de la RSC, también habrá que advertirles que es imprescindible poner en marcha algún plan de proselitismo para ganar adeptos a la buena causa. Porque la realidad suele imponerse, y en este asunto, apunta a un gran desconocimiento sobre la RSC en el mercado y entre las compañías proveedoras. Los proveedores que tienen bien cogido el pulso de la situación, harían bien en aprovechar esta coyuntura de posicionamiento favorable –puesto que ven ventajas indudables en las prácticas de la RSC– para obtener rentabilidad comercial que es, como empresa, lo que en definitiva desean y necesitan. Mientras tanto, se deberían tomar iniciativas encaminadas a informar adecuadamente sobre qué se entiende por RSC; qué engloba; cómo se aplica; cómo se analiza su grado de influencia; cómo se mide su eficiencia. Porque, tratando de evadirse de entelequias, para transitar siempre por senderos de pragmatismo, es conveniente asumir que el cliente suele tener muy claro que, en la disyuntiva de tener que elegir entre dos ofertas de igual precio y similar calidad, en la mayoría de las ocasiones se decantará por la compañía considerada más fuerte; y, si esta cualidad la tienen las dos, se decidirá por la que ha tenido más oportunidades de ganarse su confianza. Mientras no existan procedimientos tangibles para demostrar ciertas idoneidades, la batalla de los contratos se dirimirá con las ofertas. Lo único que le preocupa al comprador es optimizar su inversión.

Viñeta publicada el 20 de febrero de 1870 en La Flaca n.º 35 Tendencias

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