Videoconferencia, rentabilidad asegurada que debe vencer las reticencias culturales
Todos tenemos una inexcusable necesidad de aplicar una fecha concreta a cada hecho que ocurre. Así tiene que entenderse la relación, que casi todo el mundo da por buena, entre el desastre del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y la disminución de viajes de negocios, que en gran parte están siendo sustituidos por las TIC bajo la fórmula de la videoconferencia.
Pero, en ese aciago 11 de septiembre ya se encontraban todos los elementos para dar su fruto: el hardware y el software necesario para utilizar la videoconferencia estaba en su punto de madurez tanto por facilidad de manejo como por precios. El mercado laboral había sufrido los cambios necesarios, el miedo a volar abarcaba cada vez a un abanico de población más amplia, las tendencias estaban marcadas –tal vez a lápiz de grafito– y la globalización, entendida como la caída de fronteras y distancias, había ido adueñándose de mil pequeños rincones. Aunque también podría añadirse al lote, el fracaso de la creación de un espacio aéreo único en la Unión Europea. La videoconferencia forma ya parte de la vida diaria, se habla de ello con naturalidad, un porcentaje de población tiene una idea muy aproximada de lo que se trata y las empresas utilizan este medio en muchas ocasiones.
De todos modos, la habituación al uso de Nuevas Tecnologías es mucho más lenta de lo que pueda parecer en un principio. Mentalmente se asumen los cambios e irrumpen en un primer paso en las conversaciones, se habla de ellos, pero el comienzo de la aplicación efectiva se dilata en el tiempo. Dos parámetros dan idea de esta dilatación:
1) Han pasado entre diez y veinte años desde que una gran masa de personas han dispuesto de Internet hasta que se ha incorporado como una herramienta más de trabajo o de ocio.
2) Los libros que describían un medio de vida en el que se incorporaban las TIC tienen todos una primera edición al principio de la década de los ochenta, y lo que es aún más significativo, ahora mismo su contenido está vigente.
Imagen + sonido = compartir información
La videoconferencia es un conjunto de procesos diseñado para permitir encuentros a distancia. En ellos se puede dar la interacción visual, auditiva, verbal y de intercambio de documentos, con la condición de que en cada punto que intervenga en el encuentro disponga de un equipo compatibles (hardware y software) y los necesarios enlaces de trasmisión (estructuras de cableado que posibilitan la comunicación).
De este modo se puede compartir información, intercambiar puntos de vista, mostrar todo tipo de documentos independientemente del soporte en el que se encuentren, en tiempo real.
En Europa el concepto de videoconferencia va un poco más allá, entendiendo por videoconferencia la comunicación bidireccional entre puntos distantes de señales de audio y vídeo. Ambas señales, audio y vídeo se codifican (es el paso de analógico a digital) de manera que puedan ser enviadas siguiendo un protocolo específico, y así lograr una velocidad en el desplazamiento tan alta como para denominarla instantánea y un precio aceptable, puesto que no se tiene ocupado un canal determinado permanentemente mientras se realiza la conexión.
Aplicar esta tecnología, permite a las empresas sustituir los desplazamientos de sus trabajadores entre ciudades por reuniones previa hora pactada, cada uno desde la sede de su empresa.
La efectividad de este sistema, puesto que los participantes en la videoconferencia se están viendo mutuamente, es tal, que el lenguaje no verbal tiene la misma importancia que en una reunión con desplazamiento. La postura del cuerpo, la expresión de la cara, cualquier posible tic, trasmiten y se revelan entre los participantes en el caso de la videoconferencia los mismos e idénticos mensajes que cuando se produce un encuentro cara a cara. Si el adjetivo virtual no quisiera decir estrictamente que no es real, sería fácil sucumbir a la tentación de decir que la videoconferencia es un encuentro virtual.
Cuestión de cultura
Llegados a este punto de convencimiento de la rentabilidad, individual y colectiva, de sustituir algunos desplazamientos por videoconferencia, lo cierto es que su uso no se halla tan extendido como podría indicar el convencimiento de su bondad.
Utilizan este sistema y además lo promocionan las Cámaras de Comercio. Por ejemplo la Cámara de Comercio de Mallorca, Ibiza y Formentera celebran sus plenos mediante videoconferencia. Igualmente, este sistema ha calado hondo en el sector de la enseñanza así que la mayoría de las Universidades e incluso algunos centros privados de enseñanza disponen de departamentos dedicados únicamente a este menester.
A favor de la utilización intensiva de la videoconferencia se encuentran factores culturales como el culto al ocio y al tiempo libre, la incorporación de la mujer, mucho más frecuente a los llamados viajes de negocios, a puestos de responsabilidad en las empresas lo que obliga su presencia en multitud de reuniones. Desde luego, tras