Parques tecnológicos: el aliento del progreso
Años 50. California. Una industria local ansiosa de tecnología, la militar, empieza a favorecer la creación de empresas tecnológicas. Creación que también comienza a impulsar la propia universidad de Stanford originando sus propias empresas (spin off académicas), impulsadas por el interés en el desarrollo económico. Estas empresas comienzan a tener éxito y crean otras (spin off industriales) en las que invierte un nuevo capital (el capital riesgo). El exitoso proceso se expande y se crea un mercado mundial, el de las Tecnologías de la Información, que, además, permite e incentiva el desarrollo económico de la zona. Así es como Felipe Romera, presidente de la Asociación de Parques Científicos y Tecnológicos de España (APTE) explica en su libro (ver cuadro más información), el desarrollo de estas infraestructuras. Los parques en España el nacimiento del primer parque tecnológico en el mundo, en Silicon Valley, y su influencia en la expansión de las Tecnologías de la Información en todo el planeta, en un origen que, como vemos, parece prácticamente espontáneo debido a un cúmulo de factores que podían no haberse dado.
El principio de todo
Antes de explicar los orígenes de los parques tecnológicos, es preciso aclarar el significado exacto de éstos. Un parque tecnológico, parque científico o tecnópolis es, según la definición oficial que ofrece la Asociación Internacional de Parques Tecnológicos (IASP), una “organización gestionada por profesionales especializados, cuyo objetivo fundamental es incrementar la riqueza de su comunidad promoviendo la cultura de la innovación y la competitividad de las empresas e instituciones generadoras de saber instaladas en el parque o asociadas a él. A tal fin, un parque tecnológico estimula y gestiona el flujo del conocimiento y tecnología entre universidades, instituciones de investigación, empresas y mercados, impulsa la creación y crecimiento de empresas innovadoras mediante mecanismos de incubación y de generación centrífuga (spin off) y proporciona otros servicios de valor añadido así como espacios e instalaciones de gran calidad”.
Si bien los términos parques tecnológicos y tecnópolis son sinónimos, normalmente este último connota la existencia de un proyecto para transformar una región determinada en un área de alta tecnología. Nos tenemos que remontar a los años 50 en EE.UU. para ver nacer los parques tecnológicos. Allí surgieron los primeros, el Stanford Research Park en California, el Research Triangle Park en Carolina del Norte y el University City Science Center, en Filadelfia, caracterizados por su vinculación a las universidades, sus principales impulsoras.
Este modelo, como explica Andrés Font, es el que se ha seguido posteriormente en los países anglosajones pues otros países como Japón, Francia y España, han nacido muy vinculados a financiación pública ya que sus promotores fueron organismos públicos centrales o regionales, aunque la tendencia actual pasa por su acercamiento a las universidades, una vez que han comprendido su papel clave para la transferencia de tecnología en los parques, y a una cada vez mayor participación de empresas privadas.
Tras el nacimiento de estos parques y tras comprobar que conseguían los objetivos previstos, los parques se empezaron a extender no sólo en los Estados Unidos sino también, ya en los años 70, en Europa, concretamente en Reino Unido, donde se crearon las primeras tecnópolis del Viejo Continente, el Heriot Watt University Research Park, en Edimburgo, y el de la universidad de Cambridge, siguiendo el modelo americano aunque, como explica Font, más orientados a incubar pequeñas empresas.
En los mismos años también se crearían en Francia los primeros parques científicos (el más conocido es el Sophia Antipolis), aunque ya regidos por un modelo distinto, financiados por recursos públicos, especialmente a través de los CRIT (Centros Regionales de Innovación y Transferencia Tecnológica). Este es el modelo que, a mediados de los 80, han seguido otros países como España, donde el interés por el desarrollo regional fue una de las grandes razones para la creación de estos parques.
China, Taiwán, Japón, Singapur y Malasia han sido otros países que han apostado decididamente por la creación de parques tecnológicos, aunque siguiendo modelos distintos. Mientras China ha tomado como referencia a los centros de I+D más que a las universidades, Japón ha calcado prácticamente la experiencia californiana de Silicon Valley, reproduciendo este tipo de parques por todo su archipiélago.
La experiencia española
Según una cita de Romera, “la historia de los parques científicos y tecnológicos en España coincide en gran parte con la historia de la innovación y el desarrollo empresarial nacional”. Una afirmación muy acertada pues las tecnópolis no empezaron a emerger en nuestro