Ingenieros (II)
Terreno Abonado por Internet
Como era de esperar, Internet también ha penetrado en el mundo de los ingenieros agrónomos y de montes, aunque de forma más desigual que en otras ramas del ancho mundo de la ingeniería. Tal como ocurre en otras ingenierías, si no se dispone de una información precisa y actualizada no se pueden adoptar decisiones estratégicas eficaces, pero lo cierto es que las “ingenierías de la tierra” parecen estar un poco rezagadas en su presencia en la WWW.
Son las “ingenierías de la tierra” las que más tienen que ver con la vida. Porque vida es la comida y la sombra, el agua, el secano y el sabor de una fruta. Nunca como ahora somos tan responsables de lo que podemos mejorar y preservar para el futuro, y la tecnología puede apuntalar la labor de equilibrar la siembra y las labores agrícolas menos nocivas para el bosque y para la producción masiva de alimentos de mejor calidad, así como para frenar el avance del desierto, porque la feracidad del planeta no debe ser el privilegio de unos pocos.
De cómo acabar con el tópico
Margarita Ruiz Altisent, Profesora titular del Departamento de Ingeniería Rural de la ETSI de Ingenieros Agrónomos de Madrid, es la antítesis del estereotipo de ingeniero agrónomo pegado a la tierra. En su departamento y en el Laboratorio de Propiedades Físicas de Productos Agrícolas (http://138.100.116.103), que dirige, no sólo hay ingenieros agrónomos; junto a ellos, ingenieros de telecomunicaciones, electrónicos, e industriales forman parte de una actividad interdisciplinar que hace que su trabajo en el aula y en el laboratorio esté muy alejada de la que es habitual en su profesión.
En la Escuela, la ingeniera agrónoma Ruiz Altisent da clases sobre máquinas agrícolas y equipos de manipulación de frutas y hortalizas, y en el laboratorio desarrolla sensores que permiten medir las propiedades de los productos hortofrutícolas. “En estos asuntos”, dijo, entrevistada por iWorld, “la investigación de la calidad de la fruta es fundamental. No trabajamos con la fruta en sí, sino con los sistemas de detección de la calidad y medida de la misma. Dentro del laboratorio, trabajamos sobre las propiedades mecánicas y ópticas, para lo que desarrollamos sensores que permiten medir, por ejemplo, el azúcar que contiene un fruto sin necesidad de cortarlo”.
En su departamento, el correo electrónico está tan introducido que prácticamente han dejado de usar el teléfono, incluso entre quienes trabajan en el mismo edificio. Por lo mismo, se queja de que esta costumbre no esté suficientemente introducida en las empresas proveedoras de las máquinas que necesitan en sus investigaciones. “Lo curioso”, puntualiza Ruiz Altisent, “es que muchas de estas empresas, sean americanas o europeas, que se caracterizan por trabajar con productos de alta tecnología, no disponen de correo electrónico, lo que ralentiza el trabajo, porque usan sistemas tradicionales de comunicación, que son más lentos y nos hacen perder tiempo”.
Es tanta la información de interés que circula por la red, que el laboratorio ha asignado una persona, que dedica a ello buena parte de su tiempo, a recopilarla. Tanta es la información, nos dice, que sería necesario navegar tres horas al día para estar al corriente de lo que interesa en este laboratorio. De hecho, casi no leen boletines en papel. Aunque Margarita Ruiz Altisent confiesa no ser una internauta, por falta de tiempo. Tal vez estemos asistiendo al nacimiento de una nueva especialidad profesional, el buscador de información en línea.
La calidad científica de la información que hay en Internet es siempre motivo de inquietud. Para nuestra entrevistada, es equivalente a la que publica un periódico muy bien informado, ni más ni menos. Y, como se ha dicho, a los investigadores del laboratorio les resulta útil, por ejemplo, consultar catálogos de instrumental ópticos o de medida. “Sin embargo”, afirma, “cuando queremos documentación para nuestra investigación científica recurrimos a los servicios de la Universidad, que tiene sistemas de comunicación directa con bases de datos de todas las universidades y organismos de todo el mundo que trabajan en nuestro campo. Les pedimos lo que necesitamos, nos lo envían y así ahorramos mucho tiempo de búsqueda”.
Si Margarita Ruiz Altisent tuviera que decir en qué ha cambiado su actividad profesional entre el antes y el después de Internet, no duda en afirmar que el salto ha sido sustancial. “Antes”, resume, “podíamos llevar un proyecto de investigación; hoy podemos dirigir diez sin que merme la calidad de ninguno de ellos. Por ejemplo, para redactar un informe podíamos tardar un mes o más tiempo, porque la información estaba dispersa; hoy no empleamos más de cinco días, porque toda la información necesaria está a mano”.
Del arado de madera a Internet
El reverso de la moneda puede encontrarse en los ingenieros agrónomos que trabajan para divulgar Internet en el medio rural, haciendo de intermediarios al servicio de poblaciones que necesitan incorporar las nuevas tecnologías para mejorar su trabajo, aumentar su capacidad de comunicación y ganar eficacia. Este es el caso de Eduardo Zurita de la Vega, profesor de la Escuela Politécnica Superior de Lugo, dependiente de la Universidad de Santiago de Compostela, que es uno de los encargados de poner en marcha un proyecto patrocinado por la Unión Europea, denominado Columella (agro.lugo.usc.es/agro/home/home.asp), en el que están implicados tanto la Administración, como las cooperativas agrarias, los colegios profesionales de técnicos y empresas del sector agrícola de Galicia.
“Con este proyecto”, dice Zurita, “se intenta afrontar los problemas y vías de solución de la agricultura tradicional gallega, además de que puede ser un punto de referencia para cambiar tanto los sistemas de producción como la formación de los técnicos. Se hace