Historiadores

La memoria no volatil

El historiador, tanto si se dedica a las grandes síntesis históricas como si su especialidad está concentrada en un espacio y un tiempo muy limitados, necesita para su trabajo reutilizar una gran cantidad de fuentes acumuladas de información, costosas y difíciles de conseguir . De su interpretación original depende el avance de esta ciencia, hoy tan vapuleada por intereses espúreos que nada tienen que ver con sus objetivos . La publicación sistemática en Internet de las fuentes históricas, depositadas en los veneros de los archivos y las bibliotecas, supondría un avance cualitativo para estos profesionales que tienen la memoria de nuestro pasado .

En España esta posibilidad está aún lejana . La informatización de los archivos y las bibliotecas es sólo incipiente, tanto más lamentable por la riqueza que en ellos está depositada . Además, al contrario de lo que ocurre en las profesiones científicas, los historiadores españoles no se han lanzado en masa a explotar las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías . Es cierto que el uso del ordenador como procesador de textos es ya una herramienta generalizada para ellos, así como el acceso telemático a una parte de las fuentes de información que manejan . Ejemplos hay, como el trabajo realizado por el CIDA ( Centro de Información Documental de Archivos ) que ha puesto a disposición de los historiadores, a través de Internet, una base de datos con más de 20 . 000 fichas con el contenido de una parte de los archivos españoles e iberoamericanos . Otro tanto puede decirse de las grandes bibliotecas españolas, a las cuales tienen acceso en línea .

Pero este acercamiento a las Tecnologías de la Información se ha hecho paulatinamente . Gota a gota, los historiadores usan cada vez más el correo electrónico, pero incluso esto dista de ser generalizado . Quizá por todo ello, las ventajas manifiestas de Internet para la investigación y la docencia todavía no han calado con fuerza en la mayoría, pero –como en otras profesiones ya tratadas en esta serie– hay una vanguardia que la usa, disfruta y critica, consciente de que Internet abre un mundo para su profesión, en el que primero hay que aventurarse para luego sacar sus frutos .

La necesidad de permanencia

Francisco Fernández Izquierdo ( fizquierdo@fresno . csic . es ) es Doctor en Historia Moderna, está vinculado al Consejo Superior de Investigaciones Científicas ( CSIC ) desde principios de los años 80 y preside la Asociación de Historia Informática . El tema de su tesis doctoral ya indagaba sobre las posibilidades que podría tener para los historiadores la aplicación de las tecnologías a su trabajo, siempre que las técnicas empleadas fueran específicas a las tareas que realizan . Desde entonces no ha dejado de interesarse por los avances que han supuesto estas herramientas, tanto en el análisis de fuentes históricas, los textos, como con el tratamiento de datos estadísticos, tan necesarios en algunas especialidades . En el Centro de Estudios Históricos del CSIC nadie discute las ventajas de las nuevas tecnologías, pero no es la norma .

“Los historiadores estamos en un etapa embrionaria en el uso de Internet –dijo Fernández Izquierdo– porque la mayoría aún no la utiliza o, no lo hace como un canal de información . Quizá sea así porque estamos acostumbrados a las revistas científicas, que tradicionalmente revisan lo que publican . En Internet, por el contrario, se puede publicar lo que se quiera, lo que supone un problema porque a mí no me da ninguna garantía de calidad . Uno de los aspectos más críticos es que muchos de los contenidos históricos en Internet todavía no tienen la calidad que aseguran otros métodos tradicionales de publicación o divulgación . Supongo que es debido a que todavía hay muchos profesionales que no entienden la revolución que puede producir en su trabajo la sustitución de los métodos tradicionales por otros que pueden automatizarse para acelerar el trabajo” .

Es posible que las grandes síntesis históricas, que interesan a un público amplio, puedan generalizarse a través de Internet . Pero la mayoría de los trabajos de la historia como ciencia tienen componentes nacionales, locales o de épocas muy específicas, con un número de especialistas muy reducido . La inclusión en Internet de estos últimos puede que no sea útil, porque difícilmente van a llegar a un público masivo . La brecha entre lo que se hace en los centros de investigación y universidades, por un lado, y el público no especialista sigue existiendo . Lo que no impide que los especialistas opinen que Internet puede suponer una nueva vía para publicar materiales historiográficos nuevos .

“El público en general está ansioso por recibir información sobre historia, y si no lo hacemos los historiadores lo harán otros –afirma Fernández Izquierdo– por eso deberemos cambiar el mensaje de lo que estamos haciendo . Por otro lado, si la información que el historiador está utilizando en el día a día le llega por Internet, está claro que quien no esté conectado no tiene nada que hacer . No me cabe duda de que se van a producir cambios importantes en la fluidez de la información entre los profesionales . Internet, al ser un canal abierto a todo el mundo, recibirá influjos externos de demanda a los que tendremos que dar respuesta” .

Los historiadores necesitan, además, un muy abundante caudal de información, abundancia que se vuelca en lo que escriben, con el consiguiente costo de edición y divulgación . “Hoy, gracias a la red es posible difundir textos que pueden ser consultados por otros colegas . No hablo sólo de los informes finales–subraya–sino de los materiales de base, de las fuentes . Porque lo interesante para un historiador son las fuentes . Si tenemos que interpretar un hecho o un periodo, lo que nos interesa es tener la fuente original, para que después cada uno interprete

Viñeta publicada el 20 de febrero de 1870 en La Flaca n.º 35 Tendencias

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