e-learning en las empresas españolas

De la panacea a la realidad

Cuando en los años 90 empezó a hablarse del e-learning, eran muchos los méritos que se le suponían. Para España, según los expertos, ayudaría a solucionar el desfase secular de las empresas en la formación continua de sus empleados, intolerable en un mundo en el que formación y competitividad formaban un sólido tándem. Aquella euforia, y algunas predicciones poco afortunadas, ha dejado paso a una realidad menos enfática. Hoy, el e-learning tiene una implantación sostenida pero desigual en las empresas españolas. Eso sí, el diagnóstico nacido de la experiencia permite obtener resultados tangibles.

Los estudios que se realizan anualmente en el sector del e-learning en España – para este reportaje partimos de los de Grupo Doxa y Santillana - coinciden en la premisa y en las causas del lento avance de la implantación de la formación online. En síntesis, ambos trabajos vienen a decir que en las grandes empresas el e-learning, aunque con reajustes y no en todos los sectores, ya forma parte de los programas de formación y se va implantando sin prisa pero sin pausa. En las pymes, por el contrario, es notoria la lentitud del crecimiento, debido a múltiples causas que se irán desgranando en las próximas páginas.
Entre los expertos preguntados por iWorld, el cristal a través del que se mira determina una visión con tantos matices como las personas y sus circunstancias. A la pregunta de por qué el e-learning no acaba de encajar en la política de algunas empresas, los entrevistados coinciden en el diagnóstico pero no tienen una misma perspectiva. La respuesta de Joaquim Fernández, responsable de formación y desarrollo de Epise [www.epise.es] es contundente: “con la excepción de las empresas tecnológicas, las entidades financieras y las filiales de compañías multinacionales, la situación del e-learning en las empresas españolas es de uso escaso y limitado. Las grandes compañías basan muchas de sus iniciativas de formación en el ahorro de costes que esperan obtener, más que en las ventajas competitivas que les puede aportar. Por su parte, las pymes basan muchas de sus iniciativas en las subvenciones. En definitiva, estamos ante un mercado poco maduro”.
Aunque coincide con la premisa, el director de Formación y Desarrollo del Grupo Santander [www.gruposantander.es], Antonio Peñalver, matiza su propia reflexión: “tras una primera etapa en la que algunas empresas, sobre todo las de gran tamaño del sector tecnológico o financiero, han iniciado proyectos para implantar la formación online, ha venido una fase de consolidación que, en muchos casos, ha supuesto un paso atrás. En estos momentos, quizás el ritmo de implantación haya bajado con respecto a las etapas iniciales, pero nadie se plantea no usar e-learning, integrado con otras soluciones, en el futuro. Quizá la clave no está tanto en el qué, que nadie cuestiona, sino en el cómo implantarlo en cada caso, siempre en función de las características de cada compañía”.
Mucho más optimistas, sobre el presente y el futuro se declaran José Lozano Galera, presidente de la asociación de empresas del sector, AEFOL [www.aefol.com] y Mariano Baratech, presidente del Grupo Doxa [www.grupodoxa.com]. Lozano, quien también es director general del Grupo Rial [www.gruporial.com], dijo a esta revista que el sector del e-learning en nuestro país es uno de los más avanzados del mundo y se encuentra en un momento de ascenso y progreso sostenido, con una media de crecimiento del 35 % anual. “No ha habido en toda la historia de la formación un progreso tan espectacular como el que se ha producido en los últimos cinco años, gracias al uso de las TIC en la educación. El e-learning es la gran revolución que está cambiando el modo de aprender y enseñar, no sólo en las empresas sino también en las aulas universitarias y en los colegios”.
Por su parte, Mariano Baratech, presidente del Grupo Doxa, dedicado a la formación y consultoría, subraya que en las grandes empresas, de más 1.000 trabajadores, se puede decir que el e-learning es utilizado regularmente, y forma parte de los programas de formación de la compañía. Continúa en rápido crecimiento, hasta alcanzar entre el 20% y el 30% del gasto en formación. Por el contrario, apenas está empezando en el resto de las empresas, por lo que se espera un crecimiento muy fuerte en los próximos años.
Desde la óptica de GEC, empresa del grupo Universitat Oberta de Catalunya [www.gec.es/gec], su director, Sergio Abramovich no es triunfalista. Se limita a describir un panorama no exento de claroscuros y coincide con otros interlocutores consultados en cuanto a la implantación del e-learning en las grandes empresas, que han incorporado (o lo están haciendo) este nuevo canal de formación. “Queda mucho por andar para sacar al e-learning todo el jugo que puede dar. Es un proceso lento, y en el plano de las políticas de formación todavía no hay planes innovadores o altamente estratégicos de implantación”.
En algunas de las respuestas anteriores se transparentan las causas que han influido en la lenta y cautelosa implantación de la formación online en las pymes, pero no hay que situar en ellas todos los problemas. Hay dos asuntos que aparecen en los estudios aludidos al comienzo, y ambos achacan el estancamiento a barreras económicas y culturales. Las primeras son tangibles, máxime cuando se partía del ahorro comparativo con la formación presencial. Este era un axioma que el tiempo se ha encargado de invalidar. El aspecto cultural es otra cosa: intangible y argumentado en una supuesta idiosincrasia española, pone en el punto de mira a los alumnos que se resisten a las máquinas y que, como buenos latinos, necesitan del contacto humano. Otra falacia que sirve para justificar fracasos, pero que no se interroga sobre la calidad de los productos que se venden o los planes de formación que se aplican. Puede que allí se encuentre alguna causa del fracaso de la apuesta.
La experiencia de Antonio Peñalver, como responsable

Viñeta publicada el 20 de febrero de 1870 en La Flaca n.º 35 Tendencias

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