Aspectos técnicos sobre tipografía aplicada a web (y III)

En anteriores entregas estudiamos los aspectos a tener en cuenta a la hora de seleccionar fuentes y las dificultades que el entorno digital suponía para el diseñador. Dentro del propio entorno digital existe un campo más delicado todavía, y del que nos ocuparemos a continuación: la tipografía en el medio web.

Internet plantea una serie de problemas serios al diseñador profesional debido a multiplicidad de factores. Primeramente es un medio totalmente nuevo. En segundo lugar, su texto, a diferencia de cualquier otro, cumple por fuerza la doble función que el propio acrónimo HTML describe: hypertext markup language—lenguaje de marcación de hipertexto—, función ésta que inevitablemente entra en conflicto, y de qué manera, con la función comunicativa de todo escrito. En tercer lugar, existen todas las complicaciones de un medio digital, como es la integración de aspectos temporales y sonoros, que exigen una reestructuración del concepto de diseño a todos los niveles. Y por añadidura, a todo esto se suma el lastre de depender de una conexión física cuyas prestaciones por un lado restringen los contenidos y nos cuestan un precioso dinero por otro. Si a esto le sumamos que los dispositivos para leer documentos digitales suelen pesar varios kilos, ser muy voluminosos y disponer de escasa autonomía, o bien tener una pantalla ridícula, nos vamos a ver obligados a conjugar la tipografía digital con la tradicional al tener que proporcionar alternativas para medios impresos.
Siguiendo con nuestra política editorial intentaremos evitar abordar cuestiones de estética o de gusto personal pero, en este caso concreto, la estética, la función y la tecnología van tan unidas que resultaría bien imposible, bien ilógico referirse a un factor sin hablar de las implicaciones, beneficios o perjuicios que reporta a los demás. También procuraremos abordar las principales cuestiones desde HTML y desde flash, aunque por razones de extensión esto no va a ser siempre posible.

Un medio totalmente nuevo
La escritura tiene más de 4.000 años de historia. La imprenta—obviando su invención en China y siguiendo la fecha oficial de la máquina de Gutemberg—cuenta con 550 años a sus espaldas. La tipografía digital apenas llega a 50. Pero Internet, tal y como lo conocemos, ni siquiera alcanza los 10 años de vida. En palabras de Michael Worthington, a diferencia del mundo de la imprenta, no existe un canon, un corpus de referencia, ni géneros históricos a los que poder adscribir una determinada obra. Como el propio Worthington matiza a continuación, esto, que en principio resulta muy liberador al no imponer límites preestablecidos, también tiene sus inconvenientes. En principio resulta imposible sentar cátedra sobre la gran mayoría de aspectos de una tecnología que cambia a cada momento y para la que constantemente se están desarrollando nuevas herramientas, y a la que se le descubren nuevas aplicaciones. Para no divagar en consideraciones abstractas, ni movernos a nivel puramente teórico, nos centraremos en una serie de cuestiones muy concretas de gran importancia.

La doble función del texto
Internet jamás estuvo pensada para convertirse en el cajón desastre que hoy es. Tim Berners-Lee desarrolló el HTML para permitir a la comunidad científica compartir sus descubrimientos y este lenguaje se popularizó en la ya existente Red Internet. Se trataba de dar acceso a la información, sin más preocupaciones formales. Por tanto, el sistema de etiquetas de HTML no tiene otra función que estructurar y difundir información. Esto explica las dificultades que en lo sucesivo serán objeto de análisis. En todo caso lo que debemos tener en mente es que siempre tenemos que equilibrar el aspecto estético-comunicativo con el aspecto funcional-articulatorio que todo texto de un website tiene.
No profundizaremos más en la historia de la Red. Simplemente decir que cada herramienta tiene su propósito. Si un leñador intenta talar un roble con una sierra de marquetería, no puede achacar su trabajo a deficiencias de la herramienta. Con Flash sucede lo mismo.
Aún admitiendo que independientemente de sus orígenes Internet es hoy un fenómeno de comunicación de masas multipropósito (ocio, documental, educativo, e-commerce B2C o B2B, expresión personal o colectiva, servicios A2C...) absolutamente imparable, no por ello su función estructural pierde vigencia. Muy al contrario: la gente no acude a Internet a ver lo que le echen; para eso tienen la televisión, que es una tecnología aún más universal, difundida y económica. La gente va a Internet a hacer cosas. Y eso lo cambia todo, porque si un viandante se encuentra con un cartel publicitario que no puede o sabe usar (como equivalente a comprender), ese viandante sigue su camino con indiferencia o, a lo sumo, con algo de extrañeza. Pero si alguien entra en una página, ya sea a través de un buscador, un banner o de un hiperenlace desde algún sitio web relacionado, esa persona ha tomado una decisión consciente en base a unas expectativas de lo que va a poder ver o hacer. Está optando por visitar nuestro sitio frente a hacer cualquier otra cosa porque cree que tiene algo que hacer ahí (aunque sólo sea ver). Y si sus expectativas no se ven satisfechas aparece la frustración, o en cualquier caso una emoción negativa, bien hacia nuestro sitio, bien hacia sí mismo (caso de los usuarios más inseguros). Sea como fuere, cuando un website no cumple su función articulatorio-estructural todas las demás funcione

Viñeta publicada el 20 de febrero de 1870 en La Flaca n.º 35 Tendencias

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