Zapatero a tus zapatos
En momentos de recesión económica, la primera de las políticas de personal de las compañías, es sacar el máximo de productividad de su plantilla, si es posible reduciéndola. Esto también ocurre en los centros de procesos de datos, con una particularidad y es que en muchas ocasiones la reducción de las plantillas coincide con la puesta en marcha de nuevos sistemas.
Después de años de sobredimensionamiento de las plantillas, en todos y cada uno de los departamentos, quizás ha sido en este sector industrial donde las políticas de reducción de personal han causado más estragos. Y desde luego los departamentos de procesos de datos, no se han salvado de la quema, con el agravante de que en muchas empresas, las reducciones de personal han coincidido con la puesta en marcha de nuevos proyectos de informatización a los que se habían dedicado una gran cantidad de recursos humanos.
En este sentido, durante los dos últimos años, los directores de los centros de procesos de datos habían visto en muchas ocasiones mermadas sus atribuciones en virtud de una proyecto de downsizing o una arquitectura distribuida. Ya se habló en esta tribuna de las consecuencias que para muchos de ellos estaba teniendo la reestructuración de los planteamientos informáticos. Interesa ahora conocer un poco más en profundidad, de qué forma los mismos planteamientos está incidiendo también en los especialistas contratados explícitamente para llevar a cabo los nuevos procesos.
Este tipo de profesionales, muy cualificados, se sienten de alguna forma infravalorados por el trabajo diario que se ven obligados a llevar a cabo. Esto es así porque en muchas ocasiones, los directores de personal, con una reestructuración que llevar a cabo, y poco conocedores del papel que cada trabajador desempeña en un departamento de informática, han prescindido de técnicos de grado medio, cuya responsabilidad era resolver el día a día de las nuevas instalaciones, dejando en manos de los técnicos de alto nivel dichas tareas. Consecuentemente dichos especialistas se encuentran enfrentados cada día a cometidos menores en detrimento del trabajo para el que se les contrató y con una sensación cada vez más acusada de insatisfacción profesional. Todas estas circunstancias se dan mano y se convierten en un caldo de cultivo excelente para el descontento y el salto hacia empresas de la competencia en el momento que surge la oportunidad. La pelota se va haciendo, de esta manera, cada vez más grande, los profesionales cada vez más descontentos, los proyectos cada vez más abandonados y las compañías destinando recursos a esas partidas, sin ver resultados concretos. Además siempre existe el peligro de que los proyecto se queden obsoletos cuando han sido planificados a dos o tres años vista, lapso de tiempo bastante común en los nuevos proyectos informáticos. La mayor parte de la jornada laboral de los ingenieros y especialistas de alto nivel, se malgasta en el mantenimiento de los antiguos sistemas. Siempre hay pasarelas que han de ser restablecidas, servidores en los que hay que hacer un backup, tarjetas de redes que hay que reemplazar y nuevos ficheros que añadir a la base de datos. El asunto adquiere si cabe mayor gravedad, cuando este tipo de servicios son realizados por una empresa de servicios, contratada de manera externa para cubrir deficiencias del departamento de informática, cuyas tarifas no son precisamente de saldo. La hora de trabajo de estos profesionales es muy cara y dedicarles a trabajos de mantenimiento resulta un lujo al alcance de muy pocos.
Así se plantea la necesidad ineludible de reorganizar las funciones del grupo de personas dedicadas a la implantación de los nuevos procesos informáticos en las compañías. A pesar de lo caro que pueda parecer el establecimiento de un grupo de investigación, los expertos en nuevas tecnologías consideran que es absolutamente necesario que más del 90% de la jornada laboral de dichos expertos se dedique exclusivamente a investigación y desarrollo, a prever qué tipo de dificultades pueden presentarse en el futuro y prepararse para hacerlas frente con el menor coste posible. De esta forma, los meses que habitualmente suele llevar la instalación y puesta en marcha de nuevos sistemas, podrían quedar reducidos a semanas, y ¿quién dice que esto no es rentable?. Además la fuga de especialistas hacia la competencia podría verse espectacularmente reducida si ingenieros y técnicos de alto nivel, fueran considerados como tales y no como unos simples apagafuegos. Después de todo no es nada nuevo: zapatero a tus zapatos.