Una muestra típica.

Hace algunas semanas tuve que viajar a París a causa de mi trabajo. Leyendo lo que van a perder en 1993 algunas compañías nacionales, y revisando mis papeles, he encontrado unas notas en relación con ese viaje que no puedo resistirme a comentar.

En la terminal internacional de Barajas, nos convocaron para la salida en una de esas nuevas salas múltiple, en donde generalmente nadie sabe lo que tiene que hacer. Varias veces nos cambiaron la puerta de salida, de la A a la B, o a la C, o viceversa. Acumulando cierto retraso.

En un momento determinado, una señora extranjera se aproximó a la azafata encartada de organizar la salida por la puerta que en ese momento teníamos asignada. Preguntó algo, de vuelo o de la hora, no se qué. Tampoco sé lo que no le dijo la malhumorada azafata en cuestión, desde llamarla pesada hasta aconsejarle que escuchara los altavoces y se enteraría.

Salimos por fin, y tuvimos que tomar un autobús para ir a nuestro avión. Pero no fuimos directamente a nuestro avión, porque el autobús nos llevó cerca de Barajas-Pueblo, a un avión que no era el nuestro, lo que se nos dijo cuando casi una veintena de presuntos pasajeros estábamos ya dentro del aparato y resultaba casi imposible la marcha atrás.

Finalmente, correctamente embarcados, el avión despegó rumbo a París. Para mi sorpresa, entre las aclaraciones, instrucciones e informaciones que nos dio el sobrecargo, no dijo que nous souffrirons un repas... Les puedo asegurar que, si mi nivel de inglés es mediocre, mi nivel de francés es muy alto (sin afán de presumir), y el caballero en cuestión dijo lo que he recogido más arriba.

En principio, yo creí que se trataba de un error de pronunciación, porque era evidente que el sobrecargo no dominaba muy bien el francés. Tal vez, incluso, estaba leyendo un papelito. Ustedes también lo están pensando.

Error. Era verdad. La mayor parte de las mesitas adosadas estaba averiada. Tuve que cambiar dos veces de asiento. Porque las bandejas quedaban en equilibrio inestable. Claro que la comida era, además, malísima, peor de lo que habitualmente puede esperarse.

Seguro que cosas de éstas nos han pasado a todos.Pero no en un mismo viaje. De todas formas, sucesos de este tipo son inaceptables, juntos o por separado. Porque, así, ¿para qué queremos los ordenadores?

Viñeta publicada el 20 de febrero de 1870 en La Flaca n.º 35 Tendencias

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