SIMO continúa renovándose
Lo saben muy bien los organizadores de SIMO, cuya principal responsabilidad es conseguir que la feria demuestre, con su contenido, que es un elemento vivo que se alimenta con los nuevos ingredientes edición tras edición. Porque la feria no se organiza “para que quede bonita”, aunque se consiga; la atención se centra en sus expositores y visitantes –principalmente profesionales, aunque también se piensa en los que están en el camino de obtener esa condición en un futuro inmediato– con la preocupación de que, cada uno en la parcela que se mueva, cumpla los objetivos que espera alcanzar con el evento.
Sin embargo, el que una mayoría –de los que piensan obtener, de una u otra manera, un balance positivo en su relación con SIMO– manifiesten de algún modo su grado de satisfacción, no impide que siempre puedan encontrarse puntos de vista discrepantes. Estos últimos suelen darse entre expositores con poca o nula experiencia en acontecimientos de esta naturaleza, que acuden pensando que van a materializar, in situ, el número de operaciones de venta que necesitan para salvar el ejercicio económico. Y, como en SIMO se siembra para propiciar la relación que puede facilitar la posterior contratación, ese tiempo de espera va en contra de su necesidad de concretar acciones de venta. Porque, en relación con los visitantes profesionales –si poseen la condición de saberse mover– raro es el caso en que, directa o indirectamente, no logra la información o respuesta adecuada a los temas que le ocupan y/o preocupan en el momento de acudir a la feria.
Una feria sectorial como SIMO tiene necesariamente que existir porque, además de ser cualificado exponente, aglutina atracción, y suma de sinergias, que fortalecen y potencian su eficiencia. Una diáspora de ferias, ¿a quién beneficiaría?