Privilegio de decidir

Los usuarios que me comentan sobre movimientos o propuestas interesadas por parte de la consultora o consultoras que tienen contratadas deben considerar que, si bien el proveedor tiene como objetivo primordial, si es bueno, ganarse la confianza del cliente con comportamientos amigables, que sabe ejercitar y desplegar a la perfección, su punto de mira, que no pierde nunca, está fijo siempre en el incremento de ventas para salvar cuanto antes su obligada cuota. Por tal motivo, su criterio profesional le empuja y anima a estar permanentemente elucubrando de qué manera, aparentemente aséptica, puede presentar al cliente una atractiva propuesta –o varias, con sus correspondientes prioridades– justificando su necesidad, para motivarle a realizar nuevas inversiones. Sucede, sin embargo, más frecuentemente, que en niveles de responsabilidad inmediatamente inferiores a los del CIO, despiertan celos y matizados comentarios, los escarceos profesionales y sugerencias a la conveniencia de más contrataciones, que las consultoras hacen a su superior o superiores. Pienso, ahora, en uno de los ministerios con más presupuesto TIC donde, especialistas TIC próximos a la cúpula se quejan de que la consultora, en vez de pensar sobre lo que el cliente realmente necesita, y por lo tanto debe desear, es ella la que piensa y busca fórmulas inteligentes –apoyadas en informes magistralmente redactados– para tratar de decidir por ellos. ¿Celillos? Porque no hay que frenar a la consultora porque piense, analice y sugiera. Lo que hay que evitar es que, hábil y sibilinamente, sea ella la que oriente y decida las adjudicaciones. El privilegio de decidir –en todas las fases– debe ser ejercido, exclusivamente, por el comprador.

Viñeta publicada el 20 de febrero de 1870 en La Flaca n.º 35 Tendencias

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