Precios sin competencia
Puede catalogarse de sorprendente lo acaecido en un concurso público convocado por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social ya que, ante el nada despreciable presupuesto de casi dos mil millones de pesetas, (1.989.496.500 pesetas, exactamente) y la ausencia de complejidad y especificidad de los equipos solicitados -junto a asistencia técnica y desarrollos de los más corrientes- el usuario solamente ha recibido una oferta: la presentada conjuntamente por Fujitsu y Eritel.
El suministro comprende alrededor de 5.000 PCs; más de 4.000 impresoras, y cableado, con destino a los centros sanitarios de atención primaria de Andalucía. Nada excepcional. Por lo tanto, parecía lógico esperar que un buen número de empresas estuvieran dispuestas a participar en un concurso que, aparentemente, reunía atractivos suficientes para no desear perdérselo. ¿Por qué no han acudido? El presupuesto, escaso a juzgar por lo ocurrido, ha sido determinante. Tanto, que ha producido un hecho insólito en un sector tan necesitado de contratos: renunciar también a la posibilidad de que sus productos pudieran verse distribuidos por toda la Comunidad Andaluza, con el apoyo a la imagen de marca que ello comporta.
Pero es que, de nuevo, se ha manifestado el fenómeno que anima a los compradores a continuar persistiendo en una vuelta de torniquete más en su escalada de exigencias. ¿Por qué despreciar la posibilidad de obtener importantes ahorros si siempre, siempre, habrá empresas dispuestas a sacrificarse? Unas porque disponen de un inquietante stock difícil de liquidar; otras porque han recibido el aviso de la matriz de que una gama de equipos más avanzada tecnológicamente está en puertas, y conviene colocar cuanto antes lo que ya ha salido de las cadenas de producción; alguna, ve la ocasión pintiparada para alcanzar o aproximarse a los niveles de facturación exigidos por los altos cargos de la multinacional; por último, también se anima la que, estratégicamente, estima conveniente el contrato aunque las pérdidas la acompañen inicialmente.
En el caso que comentamos, es posible que el usuario haya tenido la suerte de conseguir sus propósitos con una sola oferta: calidad, equipos idóneos, buen servicio, y asistencia técnica adecuada; ¿qué más se puede pedir con un presupuesto, al parecer, desproporcionado respecto a los requerimientos? La clave de esta apreciación la ofrece la testimonial ausencia de las empresas en la presentación de ofertas.
El usuario, normalmente, desea disponer de concurrencia de ofertas para convencerse de que ha elegido bien, obteniendo lo mejor de lo posible. Es diferente el caso en el que se redacta el Pliego de Prescripciones Técnicas o Cláusulas Administrativas artificiosamente, pretendiendo que sólo sea capaz de presentar oferta aquella empresa con la que desea firmar el contrato. Sus razones tendrá. Pero, en el caso concreto de la oferta en solitario de Fujitsu-Eritel, en el supuesto de que adoleciera de partes que no agradasen del todo al usuario, ¿dispone éste de recursos legales, y de tiempo, para declarar desierto el concurso e intentar obtener, inmediatamente, más ofertas?
Una vez más se pone de manifiesto que, en el segmento del PC, el factor precio es decisivo, por mucho que se levaneten las voces de las fabricantes aduciendo que el usuario lo que ahora busca más que nada es una marca que le reporte una garantía. Por ello hay que contar con la ventaja para el usuario -los hechos golpean su atención y le llenan de razones- de comprobar que, cíclicamente, pueden mejorar las condiciones de compra. Los usuarios, en su inmensa mayoría, son plenamente conscientes de que siempre serán capaces de mejorar una oferta, por muy atractiva que ésta sea. Los más sensibles, cuando se producen en cadena reajustes de precios, etiquetan esta circunstancia como guerra entre fabricantes. En cambio, otros analistas entienden que para calificar así este movimiento, es imprescindible que se den reducciones permanentes y significativas en el precio promedio de la industria. Algo que, de producirse, se parecería más a una inmolación colectiva de empresas. Lo que está claro es que, cada suministrador, emplea todos los artilugios y mensurables argumentos de venta que puede, para atraerse al comprador. Entre ellos, como estrella rutilante, debe figurar un menor precio que el de la competencia. Unos fabricantes anunciarán con gran profusión sus nuevas ventajas y otros aprovecharán casos puntuales para, directamente, volcar su generosidad con el comprador. A éste, con contratar chollos, le da igual la fórmula que se emplee.