Nuevo modelo de aportación de valor

En los últimos meses hemos asistido al debate sobre la falta de correlación entre las inversiones en TIC y la mejora de la rentabilidad, postulando incluso que los gestores de las compañías, y especialmente de sus tecnologías, deben adoptar una actitud defensiva en la implantación de tecnologías emergentes. En este sentido, señalan que la prioridad de la gestión de las TIC debe ser la reducción del riesgo y la contención de costes, dado que las ventajas competitivas que pueden obtenerse a través del liderazgo tecnológico no justifican los riesgos que deben asumir los pioneros que se aventuren en la implantación de proyectos estratégicos basados en innovaciones TIC.
Estos argumentos por los cuales debemos considerar las TIC como un bien básico, una commodity, son tentadores, ya que dar un paso más y afrontar las tecnologías con una estrategia más sofisticada y que evite los errores del pasado reciente supone un gran esfuerzo y requiere de la evolución de los departamentos de sistemas y de toda la organización. Determinar qué valor pueden aportar las TIC, qué servicios y de qué manera adaptarlos no es una tarea sencilla, pero no hacerlo conduce irremediablemente a negar el valor que realmente pueden aportar. Podemos coincidir en que las TIC no ayudan por sí solas a crear ventajas competitivas a las compañías. Razones para esta afirmación podrían ser la universalización del acceso a las TIC gracias a la reducción de costes y la uniformidad provocada por la estandarización del HW y SW. Sin embargo, estamos seguros de que las TIC pueden impulsar a las organizaciones hacia la mejora de su actividad y a la creación de nuevos modelos de negocio en su relación con los clientes, proveedores, socios e incluso competidores. Para que esta afirmación pueda ser cierta, es preciso evitar ciertos enfoques y prácticas que en los últimos años han venido abonando el terreno a la idea de que las tecnologías no aportan valor. Estas prácticas han generado lo que llamamos disfunciones en la estrategia TIC en las compañías y que pasamos a detallar:
• Compañía reactiva a las TIC, que sólo incorpora nuevas prácticas cuando el común de los actores del mercado las ha implantado, su efectividad ha sido probada y, por consiguiente, el precio de la tecnología y los servicios necesarios para desplegarla han bajado. El planteamiento que proponen las voces discordantes caen de lleno en esta disfunción. Apostar por la mediocridad es en este tiempo, paradójicamente, menos admisible que nunca, dado el dinamismo de la denostada nueva economía, en la que es preciso responder a los cambios de manera vertiginosa.
• Compañía cautiva de las TIC, que precisando para su actividad de la ayuda de las TIC, carece por falta de visión, empuje, recursos humanos o materiales de la tecnología necesaria y se encuentra limitada en su capacidad de crecer y desarrollar una actividad exitosa en el mercado.
• Compañía dirigida por las TIC, que utiliza la tecnología desde una visión puramente tecnológica, con la innovación como un fin en sí mismo, sin mejorar sus procesos internos o sus servicios externos ni crear nuevos modelos de negocio como resultado de su empleo.
En este sentido, las TIC deben impulsar, no dirigir, la actividad de la compañía. Esta afirmación puede parecer una obviedad, pero consciente o inconscientemente, muchos proyectos tecnológicos abordados en los últimos años han supuesto cambios radicales en las prácticas de las organizaciones que han venido dictados por las tecnologías y no por criterios de negocio. Por ello, es preciso que los departamentos de Sistemas evolucionen de forma radical cambiando su misión hacia la aportación de valor al negocio por parte de las TIC. Toda compañía se presenta en el mercado como un ente que ofrece a los posibles clientes, a sus socios y competidores, un determinado valor. Este valor se construye a partir de su núcleo de aportación de valor, su equipo humano y sus procesos de negocio, que actuarán para presentar al mercado un catálogo de productos y servicios que éste percibirá como dotado de un cierto valor intrínseco. Por ello es importante crear un modelo estratégico en el que el DSI centre su actividad en incrementar el valor que la compañía atesora en dos direcciones: la interna, facilitando que el equipo humano pueda optimizar su generación de capital de todo tipo para la compañía; y externa, actuando directamente sobre la oferta de la compañía al mercado mediante la generación de nuevas oportunidades de negocio, la optimización de las existentes, etc. Este impulso a la actividad estratégica de las compañías se concreta en la prestación por parte del DSI de un conjunto de Servicios de Aportación de Valor (SAV). Con ellos las TIC pasan a asumir el rol de conductores del negocio, por lo que su equipo humano TIC deberá asumir nuevas competencias, más allá de las tecnológicas y de negocio. Así, los Vectores de Aportación de Valor TIC son los catalizadores para el crecimiento de valor de la organización.

Antonio Macià, director general de Grupo Penteo

Viñeta publicada el 20 de febrero de 1870 en La Flaca n.º 35 Tendencias

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