No hay tutía

La característica más importante de Internet, la gratuidad, ha hecho que su crecimiento haya sido incomparable con ningún otro fenómeno. Sin embargo, esa misma característica está condicionando el establecimiento y consolidación de un modelo de negocio que permita la continuidad de su crecimiento.
Para los creadores de contenido y para los distribuidores, Internet abre un mercado potencial muchísimo más amplio que el que le proporcionaban los sistemas tradicionales; sin embargo, cuando vas a comprar un ebook te encuentras con unos precios similares a las ediciones impresas.
Ahora si te vas un fin de semana, con un smartphone te puedes dejar en casa las guías de viaje, no necesitas tener un GPS y, si eres poco exigente, te puedes dejar hasta la cámara fotográfica.
Finalmente, el usuario exige neutralidad en la Red, entendida como ausencia de discriminación, independientemente del valor de los contenidos que circulen y del nivel de utilización de ese usuario. Todo ello conlleva un crecimiento espectacular en los volúmenes de tráfico que las redes de comunicación (sobre todo las móviles) deben gestionar a una velocidad aceptable, cobrando unas tarifas planas y sin tener acceso a parte de los ingresos de contenidos. No hay tutía, las operadoras tienen que participar en los ingresos de los contenidos si tienen que realizar las inversiones en incremento de capacidad y, si no lo hacen, se acabaron las maravillas del Internet. Los creadores de contenidos tienen que establecer unos precios acordes con el potencial que la Red les proporciona y los distribuidores deben ser distribuidores en la Red, considerando el coste real de la distribución electrónica. Estos distribuidores deben imponerse a los distribuidores de contenidos físicos que se incorporan a la Red queriendo defender su negocio tradicional, poniendo precios “tradicionales”.

Viñeta publicada el 20 de febrero de 1870 en La Flaca n.º 35 Tendencias

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