La "última" tecnología no siempre es la panacea
Es necesario dimensionar mejor la capacidad tecnológica frente a los problemas
La innovación ha sido una maravilla del comportamiento humano moderno, pero nuestra capacidad de predecir las innovaciones tecnológicas no ha tenido tanto de maravilloso. Al enfrentarnos a un problema, fallamos a la hora de atribuirle su tamaño e impacto potencial. Cuando hay necesidad de predecir el potencial de una solución tecnológica para un determinado problema, normalmente solemos no acertar.
Este déficit de previsión tecnológica sigue siempre uno de los dos siguientes patrones. El primero consiste en exagerar la respuesta. En este modelo, que podemos llamar de Tendencia Extrema, tanto los problemas como las tecnologías que se utilizan para solucionarlos tienen un status mucho más extremo del que deberían. Cuando aparece un problema, sus consecuencias se sobrestiman.
El mismo patrón de Tendencia Extrema se pone en evidencia cuando aparece una tecnología para solucionar un problema, y la mayoría de nosotros lo ve como una panacea. Las empresas de Internet, que suplantan cualquier necesidad del consumidor, tecnologías de tercera generación que revolucionan las telecomunicaciones y herramientas automáticas que remplazan virtualmente a los humanos en el desarrollo de software.
El segundo patrón que se ve al analizar las previsiones es el de la respuesta subestimada, o lo que se podría catalogar como Tendencia Inactiva. Se pasan por alto determinados problemas hasta el punto de considerar que no merece la pena buscarles una solución. De manera similar, las nuevas tecnologías a menudo son subestimadas o no se las considera lo suficientemente buenas para el problema a tratar. Es posible reconocer cuándo estamos cometiendo errores al seguir uno de los dos patrones mencionados de previsión errónea y desembarazarnos de ellos.
No todo es siempre verdad
Los síntomas del patrón Tendencia Extrema son relativamente fáciles de reconocer: el clamor y las hipérboles que lo acompañan son inconfundibles.
Cuando el tumulto que rodea un problema o una solución hace resonar sus antenas, primero habría que plantearse varias preguntas para calmar la excitación. ¿Existía ese problema hace cinco, diez o veinte años? ¿Cuáles son las tres maneras más evidentes en las que una nueva tecnología es superior? ¿Quién ha invertido, y cuánto ha invertido? ¿Cómo de abierta es la tecnología que se propone? ¿Hay un camino visible de integración de la antigua tecnología?
En el siguiente paso se deben cuestionar algunas presunciones. ¿Existe la presunción de que toda la población sufre ese problema cuando, de hecho, sólo una minoría lo sufre? ¿Estamos extrapolando erróneamente pasadas experiencias? El pasado puede servir de guía, pero sólo si nos centramos en los avances tecnológicos y de regulación que han ocurrido mientras tanto.
En tercer lugar, antes de aceptar la inevitabilidad del problema, hay que permitir actuaciones que puedan contrarrestar sus proyecciones. El propio escándalo obligará a redoblar esfuerzos para su resolución. Es lo que pasó con el Efecto 2000.
Cuando el mundo esté enloquecido con una nueva tecnología, compruebe si los proveedores tienen capacidad para ofrecerla. Es importante que continúe observando las tecnologías antiguas. Es una falacia muy extendida pensar que la nueva tecnología eclipsa por completo la manera anterior de hacer las cosas.
Ver por debajo del objetivo
El segundo patrón, la Tendencia Inactiva, es más difícil de reconocer y corregir. Los problemas que no reciben suficiente reconocimiento, por definición, rara vez aparecen en público. Un truco es evitar cegarse con que la tecnología actual ya es suficientemente buena. Del mismo modo, descubrir tecnologías que están funcionando sin que nadie se entere, aunque es difícil, puede ser mucho más fácil que empeñarse en utilizar siempre las últimas. Para ello, es útil observar lo que están comprando los usuarios menos sofisticados, qué tecnologías están utilizando los académicos e investigadores. O sus empleados en los momentos de ocio. Por último, es bueno reparar en las tecnologías que utilizan los niños. Los juegos empiezan a utilizarse en las empresas: para formación, diseño mediante simulación, entrenamiento estratégico y previsión. Y es que, tampoco hay que olvidar que el primer teléfono consistió, probablemente, en dos latas unidas por un trozo de cable.