La seguridad en Internet, una gran oportunidad de negocio para las operadoras
Quién conecta es quién mejor puede asegurar
La percepción de falta de seguridad en el comercio electrónico tiene implicaciones serias en el ámbito de los negocios, pues la no adopción de medios como el correo electrónico, la distribución digital de contenidos o las transacciones económicas pueden ser un lastre en la competitividad de dichas empresas. ¿Es irracional nuestra desconfianza hacia la seguridad en Internet? En la mayoría de los casos sí, pues pocos tienen el conocimiento o el criterio necesario para poder decir si lo que están haciendo es seguro o no lo es. Cuando invertimos en seguridad para nuestra vivienda sabemos distinguir entre los diferentes tipos de blindaje de puertas y cerraduras; la diferencia entre una alarma autónoma y aquella que está conectada a un centro de recepción de alarmas. Es más, somos capaces de razonar y comprendemos que es un despilfarro poner la mejor puerta blindada si las ventanas son accesibles desde la calle.
Conocer más sobre seguridad en Internet nos hacer pasar de una desconfianza irracional a otra desconfianza más fundada y racional. El correo electrónico es una aplicación que nos permite comunicar prácticamente con cualquier persona o empresa en el mundo. Diariamente se envían 10.000 millones de mensajes de correo electrónico, el triple de las comunicaciones que mueve el correo tradicional. Ofrece todas las ventajas: coste marginal prácticamente nulo, distribución inmediata, alcance mundial, deja constancia de la comunicación, accesible desde cualquier lugar, etc. A pesar de ello, son muchas las empresas y personas que no lo usan todavía. Sin duda es una cuestión de adaptación y tiempo pues ya hoy los mensajes por correo electrónico superan con creces el número de envíos postales.
Existen personas frontera a los que la tecnología les empuja en esta dirección pero que todavía les piden a la secretaria que les imprima cada mañana todos los correos para leerlos como el resto de correo en papel, o aquellos que tras un e-mail importante llaman por teléfono al destinatario para verificar que lo ha recibido.
Una vez superadas las barreras de adopción la mejora de productividad y comunicación es indudable. Enviamos a través de este medio tanto asuntos irrelevantes como otros delicados sobre precios, datos personales, etc. Cada vez que hacemos clic para realizar el envío no somos conscientes que ese contenido viaja por la red como postales descubiertas susceptibles de ser leídas por otros a los que no van dirigidas. Y habrá casos de personas sin escrúpulos que alcancen esa información y la vendan..
Volvamos a la transferencia de dinero desde mi banco. Estas operaciones son extremadamente seguras pues van adecuadamente criptografiadas. La criptografía consiste en alterar los mensajes de modo que sean absolutamente ilegibles para extraños, y será sólo aquel que reciba el mensaje y disponga de la clave secreta quien pueda leerlo. Aunque suene a tecnología moderna, la criptografía basada en claves secretas ya la usaba Julio César para establecer comunicaciones seguras con sus generales en las guerras gálicas. Hoy en día los algoritmos se han hecho mucho más complejos y sofisticados y los expertos matemáticos de criptografía logran evitar que ni los más potentes ordenadores puedan descifrar un mensaje sin disponer de la clave correcta. La comunicación con mi banco a través de Internet se basa en la producción de nuevas claves de usar y tirar cada vez que me conecto, y que nadie más posee ni puede acceder a ellas.
Por tanto confío en la comunicación con mi banco mientras realizo operaciones por la red. Sin embargo, soy consciente de que gran parte de la seguridad se basa en mi nombre de usuario y contraseña, y que escribiendo esos datos en un papel o fichero estaría arriesgando dicha seguridad. El navegador mediante el que accedo a mi banco me da la opción de recordar mi nombre de usuario y contraseña para no tener que escribirlos cada vez que me conecto. Si aceptase esa opción, soy consciente de que abriría la puerta de mi banco a cualquiera que tenga acceso físico a mi ordenador.
Los ordenadores conectados a Internet están expuestos a ataques desde el exterior. Los mecanismos que utilizan los hackers o piratas informáticos para introducirse en nuestros ordenadores son variados. Cualquier empresa sabe que antes de conectar los ordenadores de sus empleados al exterior debe protegerlos con un cortafuegos o firewall, que evita el acceso indebido desde el fuera. Utilizando un símil muy gráfico es como añadir las murallas y fosos a los castillos, dejando entrar y salir por la puerta sólo el tráfico autorizado.
Esta protección mediante cortafuegos raramente se utiliza cuando la conexión se hace mediante una llamada telefónica por módem. Y las situaciones de riesgo son muy variadas, desde el usuario cuya información personal en el PC posee un valor limitado, hasta el profesional liberal o pequeña empresa que expone información delicada y valiosa.
El daño de conectarnos a Internet “a pecho descubierto” es limitado pues la conexión por módem es esporádica. Estamos desconectados la mayor parte del tiempo y sólo se establece la conexión en ciertos momentos a lo largo del día para enviar un correo o navegar. Esto dificulta el que alguien pueda conocer el momento en que puede atacar maliciosamente nuestro equipo.
Sin embargo actualmente en España ya existe un número importante de usuarios con conexión de alta velocidad, o de banda ancha, a través de tecnologías como el ADSL y el cable. El pasado abril superábamos la cifra de 100.000 conexiones ADSL, y hablamos ya de cifras de un millón de usuarios en dos años. El riesgo de estos usuarios a ser atacados aumenta al estar permanentemente conectados y por tanto mucho más expuestos. Raramente se utiliza el cortafuegos para proteger estas conexiones, y lo que es más insólito, el usuario desconoce los riesgos y las posibilidades de protegerse.
Conocemos los efectos que producen los virus en un ordenador y que son contagiados por la copia de programas en disquete. Son muchos los casos que han saltado a la prensa y cuyos efectos van desde inofensivos mensajes en pantalla más o menos graciosos hasta las más dañinas actuaciones - borrado- de nuestros datos. Actualmente el cauce mayoritario por el que se producen las infecciones ya no son los disquetes sino a través de la red, ya sea mediante archivos distribuidos por correo electrónico (I love you, Hey you ..) o cualquier otro procedimiento de descarga de programas.
Podríamos seguir explorando nuestras amenazas al introducirnos en el mundo de Internet, y alguien podría sentirse tentado a utilizarlas como disculpa para no zambullirse en la red. Pero también podríamos hablar sobre la variopinta gama de timos que se producen en la vida cotidiana, o de cómo el Lazarillo de Tormes aguza el ingenio para sobrevivir cada día en su relación con los demás.
Al igual que el adol