Internet: infraestructuras, contenidos y tarifas, en ebullición
En mi opinión, hay tres aspectos fundamentales, relacionados entre sí aunque metidos en el mismo saco de la discusión, que generan opiniones fuertemente discrepantes y que percibo más cargadas de emoción en la parte de los usuarios que de razón, esgrimida con acierto por algunos proveedores de infraestructura.
La primera es el modelo de precios. Que se ha quedado antiguo es evidente. El que un 5% consuma el 75% de la banda y sean subsidiados por el 95% es un absurdo económico. Que los operadores hayan de asumir el retorno del 100% de las inversiones en infraestructura y que afronten las inversiones es lógico, como también debe serlo que se cobre en función de lo que viaja en ellas, de la misma forma que las autopistas no cobran igual por un coche que por un camión.
La segunda tiene que ver con el término neutralidad. Aquí el debate toma fuerte connotaciones sociales, si se discrimina por tipo de usuario o contenido, tanto en las tarifa como en la velocidad. Vaticino imposible mantener la neutralidad actual, fruto de ser una tecnología aún emergente, ya que tanto los potentes proveedores de valor en la red como los de infraestructura tendrán oportunidades lícitas de negocio rentable que reducirá la neutralidad. Y no dudo que compartirán ingresos y costes en el futuro.
La tercera tiene que ver con la diversificación. Es obvio que las operadoras están destinadas a participar en la cadena de valor de los contenidos. No sólo porque tienen el derecho y la libertad de hacerlo, sino porque representará incuestionablemente una ventaja competitiva, como sucede ahora con el sector de las utilities, que se apresura a ofrecer en simultáneo agua, gas y electricidad. La libertad de mercado se encargará de la inevitable y controvertida evolución.