Instituto de Consultores de la AEC
Cabe imaginar que, con la puesta en marcha del Instituto, las primeras acreditaciones, de acuerdo con los baremos preestablecidos, se otorgarán a todos aquellos grupos de empleados de cada una de las compañías que forman la asociación que, cumpliendo o superando incluso ampliamente el tiempo de cinco años ejerciendo la profesión, poseen además, según criterio de los primeros directivos, vasta experiencia en la rama de consultoría. Pero, habiendo diseñado el Instituto un paquete de conocimientos que deben poseer todos los homologados, se tratará de reglas de juego o comportamientos con el cliente más que conocimientos específicos sobre materias ya que, la experiencia acumulada por los consultores –siempre dispuestos a capitalizarla– depende del tipo de proyectos y sectores donde hayan estado trabajando.
Por otro lado, para que la homologación o posesión del certificado tenga efectos prácticos es imprescindible que el cliente lo asuma como algo favorecedor de sus intereses y lo exija, valore y premie en sus procesos de contratación. Pero, como el tema de la exigencia en las contrataciones con los proveedores es algo consustancial en los clientes con experiencia en contratación –hablando siempre del mercado de las TIC– el certificado no les va aportar una confianza mayor ni va a evitar que, explícita y detalladamente, exponga sus requerimientos insoslayables y penalizaciones para evitar malas tentaciones respecto a exageraciones o distorsiones de la realidad. El certificado podría evitar una comprobación previa, eso sí, sobre la idoneidad de los curriculums de los consultores contemplados en la oferta pero, el cliente experto, preferirá seguir negociando según su costumbre. La oferta más ventajosa seguirá siendo su obsesión, y sabe perfectamente cómo lograrla.