La economía actual sitúa al trabajador en el puesto de mando
11 MAY 2001
Hay reglas sobre el trabajo que funcionan y otras que
no. Las primeras podrían estar contenidas en cualquier manual de
empleado o en la intranet de la compañía. Estas reglas y
las políticas de la empresa tienen en realidad poco o nada que
ver con la forma en que pensamos o nos comportamos en el trabajo. Lo que
en realidad ejerce fuerza son las reglas que ni siquiera reconocemos como
tales: las ideas sobre el valor del trabajo que aprendimos en la guardería
o el colegio.
Desprenderse de esas reglas es casi igual de difícil
para la mayoría de las personas que para Microsoft publicar el
código fuente de Windows. Y no importa que las reglas no funcionen
ya, si es que funcionaron alguna vez. El problema está en que fueron
diseñadas para otro tiempo y otro lugar. La economía Internet
impone nuevas condiciones y requiere un nuevo conjunto de normas. Por
ejemplo, considérense las cinco reglas de trabajo que se exponen
a continuación, antiguas pero bien conocidas, recordando que en
ocasiones lo más importante es decidir lo que hay que olvidar.
Analizaremos a continuación por qué estas reglas de la Antigua
Economía, profundamente respetadas y establecidas, no son aplicables
en la economía Internet.
Regla nº 1: No hay espacio para la diversión
en el trabajo
Nuestros maestros fueron nuestros modelos de actuación en el trabajo.
Y nuestros padres también establecieron modelos de actitudes respecto
al trabajo, aunque la mayoría de los niños nunca han visto
en realidad a sus padres trabajando. De todas maneras, son muchas las
personas que han aprendido que existe el trabajo y que existe un tiempo
para el descanso, y que en el trabajo no hay espacio para la diversión.
Por ejemplo, cualquiera que haya asistido a clase en una escuela de cualquier
ciudad podría pensar que los maestros tenían una cláusula
en sus contratos prohibiéndoles cualquier tipo de diversión
en el trabajo. Aunque esto parece dudoso, es la forma en que se comportan
la mayoría de ellos. Aunque en algún momento distante del
pasado la gente debe haberse divertido al menos un poco en el trabajo,
también en algún momento debe haberse prohibido todo tipo
de diversión. La mayor parte de la rigidez de la estricta y jerarquizada
organización de mando se implantó para eliminar la posibilidad
de que algunos empleados, en algún lugar, lo estuvieran pasando
verdaderamente bien. Una de las consecuencias más felices de la
economía Internet es que el trabajo puede ser nuevamente divertido.
Aunque, en realidad, emplear largas horas en sitios Web de nueva creación
puede resultar brutal, cuando la gente trabaja tanto tiempo y tan duramente
como lo hacen en las competitivas empresas actuales, y cuando la línea
entre un enorme éxito financiero y el fracaso total es extraordinariamente
delgada, sólo hay una cosa que puede mantener fluyendo la energía
en un lugar de trabajo: un poco de diversión. Dicho simplemente,
si no se disfruta del trabajo, la compañía no podrá
atraer a las personas de más talento. La lección es tan
obvia que no resulta fácil olvidarla: la amistad y la camaradería
son medios de unión básicos del espíritu humano.
Regla nº 2: Los empleados son seres irrelevantes
Los maestros mencionados arriba creían en la regla de oro: "Los
que tienen el oro establecen las reglas". Bajo esta filosofía,
carecían de poder y de voz, y no eran capaces de protegerse a sí
mismos. Su mejor estrategia de supervivencia era callarse, hacer lo que
les decían, y no hacerse notar demasiado. Esta es una fórmula
que conducirá al desastre a cualquier candidato a un trabajo en
la economía Internet. El éxito pertenece ahora a las personas
que reclaman su poder, piensan que pueden significar una diferencia, y
actúan en base a esa creencia.
En la economía Internet, el equilibrio de poder se está
desplazando de las empresas a los empleados, lo mismo que se está
desplazando de los vendedores a los compradores. Cada vez en mayor medida,
los empleados están tomando las decisiones, desde fijar su propia
remuneración ante las empresas hasta dictaminar qué tipo
de compensaciones esperan recibir.
Regla nº 3: El empleado puede ser sustituido
Otra lección aprendida en el pasado era que los empleados, lo mismo
que los estudiantes, son como piezas intercambiables en una gran máquina;
si alguno no sigue la línea recta, alguien más cualificado
espera a la vuelta de la esquina para ocupar su lugar. Lo cierto es que
en la economía Internet nadie puede ser sustituido con facilidad.
Los empleados que trabajan en la Red lo saben, y los candidatos a un puesto
de trabajo saben que lo saben. Con una tasa de desempleo a su nivel más
bajo para las especialidades técnicas, las compañías
se ven obligadas a respetar a los empleados de formas que aquellos maestros
nunca habrían considerado posibles. La cuestión a tener
en cuenta hoy es la retención y el reclutamiento de los empleados,
con la consecuencia conocida: opciones sobre acciones, coche de empresa,
periodos sabáticos...
Regla nº 4: No hablar de dinero
Aunque el dinero siempre ha sido importante para los empleados y las empresas,
en la economía tradicional había un nivel extraordinario
de simulación y fingimiento sobre el dinero. Aunque era lo más
importante en la mente de los candidatos ("¿Cuánto
puedo cobrar?") y también en la mente de los directivos que
realizaban la contratación ("¿Cuánto dinero
tendré que pagar?"), el dinero era absolutamente el último
elemento en la agenda de la entrevista.
Afortunadamente, la economía Internet está haciendo desaparecer
esta simulación. Los críticos consideran a la nueva generación
de empleados como ambiciosos y egoístas, interesados únicamente
en lo que pueden conseguir. Esto es absolutamente cierto, como lo ha sido
siempre, sólo que ahora existe la virtud de reconocerlo. La paradoja
está en que cuanto más se reconoce menos cierto es. La realidad
es que una vez que se mantiene una conversación franca sobre dinero,
se obtiene la cantidad adecuada y se resuelve la situaci&oac
Viñeta publicada el 20 de febrero de 1870 en La Flaca nº 35 En septiembre de 1868, la conocida como Revolución de la Gloriosa, que no era otra cosa que un pronunciamiento más de demócratas y progresistas, ex...
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