¿Está la informática aumentandola productividad?
Dos visiones radicalmente distintas
La cuestión a debatir: Las compañías han invertido miles de millones en tecnología, pero está en marcha un fuerte debate sobre si los ordenadores han conseguido que seamos mejores o más inteligentes. Sí, afirma un miembro del sector académico; son los estudios sobre productividad los que están completamente equivocados. No, responde un director de Sistemas de Información convertido en consultor, ya que los usuarios están deficientemente preparados para aprovechar las ventajas de estas máquinas de difícil utilización.
Si
Nuestras herramientas para medir la productividad resultan poco eficientes cuando se las utiliza para evaluar las enormes mejoras en servicio, calidad, conveniencia, variedad y oportunidad.
Vamos a desechar de una vez por todas la idea de que los ordenadores no son productivos. La forma de evaluar la productividad de los ordenadores no está en repetir tediosas historias ni las anécdotas sobre algún amigo nuestro que juega al solitario en ordenadores Pentium cuyo soporte técnico cuesta millones de pesetas, sino que es necesario analizar los datos económicos sobre los gastos y la productividad de estas máquinas.
Algunos de los análisis y estudios económicos iniciales fueron objeto de grandes titulares en la prensa, y demostraron que los ordenadores no aumentaban la productividad a pesar de los grandes gastos realizados en tecnología por las empresas, lo cual ha llegado a conocerse como la "paradoja de la productividad". Sin embargo, estas conclusiones no resisten un escrutinio detallado.
Tomemos, por ejemplo, los estudios acumulativos en esta área, analizando sectores enteros o la economía en su totalidad. Estos estudios demuestran que el crecimiento de la productividad se estancó en los años 80, especialmente en el sector de servicios, a pesar de los miles de millones gastados en ordenadores.
No tiene sentido, sin embargo, culpar a los ordenadores de un crecimiento inadecuado de la productividad en ese período. Las inversiones en ordenadores en los años 70 y 80 son poco significativas en comparación con los miles de millones invertidos en maquinaria, edificios y otros activos que las empresas habían acumulado a lo largo de varias décadas.
Los ordenadores no comenzaron a aparecer en el "radar" de los gastos de capital hasta esta década. Cualquier relación anterior entre los ordenadores y la productividad habría quedado enpequeñecida por el impacto de los movimientos en los precios y tasas de interés del petróleo, los cambios en los tipos de imposición o las fluctuaciones en la economía.
Además, se requiere tiempo para que las compañías asimilen las Tecnologías de la Información y se reorganicen en la forma necesaria para aprovecharla. Y esta reestructuración, que resulta con frecuencia penosa y difícil, no tuvo lugar a gran escala hasta finales de los años ochenta.
De todas formas, la supuesta falta de productividad de los años ochenta fue en gran medida un espejismo. Las herramientas de que disponemos para medir la productividad -diseñadas para contar medidas de trigo o automóviles Ford del Modelo T- resultan ineficientes y primitivas para medir las enormes mejoras alcanzadas en servicio, calidad, conveniencia, variedad y oportunidad. Esto resulta especialmente cierto en el sector de servicios, donde los datos de output son poco fiables y se asume que las cosas que no pueden ser medidas no existen.
Así, por ejemplo, los cajeros automáticos de los bancos hacen disminuir algunas cifras de productividad bancaria, ya que dan lugar a que se procesen menos cheques. Sin embargo, pocos tienen en cuenta la conveniencia de poder acceder a la propia cuenta en el propio país desde Tokyo a las 2 de la mañana, hora local.
Un segundo estudio de productividad, más fiable, estuvo basado en datos sobre firmas individuales. La idea era que si se pueden comparar dos firmas que son idénticas excepto en lo que se refiere a sus gastos en equipos informáticos, podría determinarse si la que ha gastado más en tecnología vio compensada su inversión gracias a la creación de más "output", como ventas o valor añadido. Los estudios iniciales demostraron de nuevo que la tecnología no era productiva; las firmas que gastaron dinero en ordenadores no obtuvieron nada a cambio, o, lo que es peor, destruyeron valor.
Estos resultados fueron particularmente preocupantes porque significaban que era mejor invertir dinero de otras formas o, en algunos casos, simplemente para "quemar el dinero". Entonces, ¿serían más productivos los directores de sistemas de información si pasaran el día en la playa? ¿Se estaban tirando 100.000 millones de dólares al año?
Estos estudios a nivel de empresa estaban basados en datos procedentes sólo de unas pocas compañías en el período de los grandes ordenadores de los años 70 y finales de los 80, por lo que no era posible depositar mucha fe en ellos.
Afortunadamente, estudios más recientes basados en datos actuales y análisis sofisticados, se están centrando en el valor largamente ignorado de las Tecnologías de la Información.
Por ejemplo, los investigadores del MIT Erik Brynjolfsson y Lorin Hitt han realizado recientemente un extenso estudio sobre productividad en 380 grandes firmas que en conjunto generan unas ventas anuales superiores a 1.800 millones de dólares.
Brynjolfsson y Hitt comprobaron que los ordenadores distan mucho de ser improductivos. En realidad, demostraron ser considerablemente más productivos que cualquier otro tipo de inversión realizado por esas compañías. El beneficio bruto sobre la inversión fue en promedio de un 60% anual para ordenadores, incluyendo superordenadores, mainframes, miniordenadores y microordenadores. Además, el personal informático fue dos veces más productivo que los demás empleados.
La gran cantidad de compañías analizadas reducirá al mínimo los posibles errores, y la utilización de datos a múltiples niveles significa que no se trata de un fallo estadístico. Estos resultados eran aplicables a firmas de fabricación y de servicios, y han sido replicados desde entonces por otros investigadores.
Incluso teniendo en cuenta el hecho de que los ordenadores no duran tanto como los edificios y la maquinaria, estos beneficios sobre la inversión resultan impresionantes y sugieren una nueva paradoja respecto a la productividad: ¿Cómo pueden los ordenadores ser tan productivos?
Aunque no existe aún una respuesta definitiva a esta pregunta, una posibilidad es que estos beneficios sean también reflejo de otras inversiones, tales como las actividades de reingeniería, que son necesarias para obtener beneficios de las Tecnologías de la Información.
Otra posibilidad es que, como los beneficios sobre las inversiones en ordenadores varían considerablemente -desde los grandes perdedores a las grandes historias de éxito- las compañías consideran las inversiones en ordenadores como los "bonos basura": si se asume el riesgo, deberá esperarse una gran ganancia.
Entonces, para una persona del sector académico, existe el impulso (y el tiempo y la paciencia) de esperar que una investigación metódica alumbre luz sobre las complejidades de la relación entre las inversiones en ordenadores y la productividad de éstos. Pero si se está compitiendo en el mercado, lo mejor es enviar copias de todas las "historias paradójicas" a los competidores, mientras se crea activamente valor en base a la inversión tecnológica realizada.
No hay que dejar que el debate sobre la productividad le distraiga a uno del trabajo real de crear y mantener una ventaja competitiva frente a las otras firmas.
Además de alcanzar una elevada productividad, es necesario ofrecer valor al cliente en una forma que no resulte fácil de copiar. Esto puede lograrse ofreciendo los costes totales más bajos, que quedarán directamente reflejados en la productividad de la empresa, o pue