Entornos de desarrollo... ese oscuro objeto de deseo.

Si bien es cierto que el desarrollo tecnológico de la informática está plagado de aciertos, también hemos asistido al desplome de algunas esperanzas. Entre las más importantes que se recuerdan figuran la inteligencia artificial y la utilización masiva de herramientas CASE. Tanto la una como la otra, en su comienzo, prometían marcar un antes y un después en la historia del sector. Desgraciadamente la primera está definitivamente estancada, y en cuanto a la segunda queda mucho camino por andar. Hay opiniones que apuntan a que este peligro acecha también a la tecnología cliente/servidor sino se consiguen entornos de desarrollo adecuados que posibiliten la creación de herramientas para este entorno.

No puede haber hoy en día empresa de informática que se precie que no incluya en su léxico básico dos palabras mágicas: cliente/servidor. Desde los grandes fabricantes hasta el pequeño distribuidor parece como si la sola mención de estos términos asegurara el futuro y el éxito. En ocasiones los planteamientos llevan a pensar que esta tecnología es la única salida a los problemas de informatización de todas las empresas. Evidentemente esta premisa no siempre es cierta, y siendo sinceros, a este tipo de plataformas le hace falta todavía algo más de tiempo para madurar.

No es la primera vez que este tema se trata en este espacio, pero hay tantos aspectos que subyacen debajo de las dos palabrejas que no es suficiente hablar de ello una sola vez.

El aspecto a tratar esta vez es el de la demanda cada vez mayor de unos entornos adecuados de desarrollo o workbenches para los desarrolladores de herramientas y aplicaciones para esta arquitectura. La entrada de este espacio hablaba de fracasos, y no de forma gratuita, ya hay más de una voz que ha levantado alertando a fabricantes y usuarios del riesgo que se corre si otra vez se empieza la casa por el tejado.

En el tema que nos ocupa los analistas y desarrolladores se manifiestan tremendamente alarmados por la escasa oferta de entornos de desarrollo que cubran todas las necesidades de su trabajo. La primera condición exigible es según todas las opiniones que dichos entornos sean capaces de ayudar al desarrollador tanto a crear grandes aplicaciones corporativas como herramientas para usuarios finales. Según dicen esa es la clave para reducir drásticamente los costos y la complejidad en el desarrollo de aplicaciones que como la propia tecnología exige trabajen en múltiples plataformas. Nadie parece estar dispuesto por otra parte a hechar mano del CASE, porque según se dice no es la herramienta adecuada. El meollo de la cuestión radica según parece en la migración de las aplicaciones. Si hablamos de entornos abiertos combinados con tecnología cliente/servidor, hemos de hacer aplicaciones que el usuario pueda migrar realmente sin problemas, y este es el punto donde convergen todos nuestros problemas, afirma un consultor.

Actualmente los dos principales problemas a los que se enfrentan los programadores son por una parte encontrar grandes entornos de desarrollo para vendedores de software independientes y por otra la falta de herramientas más accesibles, y con una mejor orientación visual para desarrollar aplicaciones a medida. Junto a esto tanto los analistas de sistemas como los integradores consideran los entornos de desarrollo como piezas críticas para las grandes aplicaciones corporativas. Cuando están bien terminadas, no es necesario hacer con el tiempo grandes cambios, lo cual redunda en un retorno de las inversiones para las empresas.

Todas las razones anteriormente expuestas, han alertado a los grandes fabricantes de software sobre la importancia de añadir a sus productos entornos de trabajo, cada vez más completos, que ayuden a los desarrolladores independientes a elaborar aplicaciones para sus plataformas, al fin y al cabo si un sistema operativo, no suscita el interés y la acogida de éstos, estará inevitablemente condenado al fracaso.

Con la madurez que dan tantos años de experiencia, y considerando el momento de cambio que estamos atravesando, ¿quién está dispuesto a asistir a un nuevo fracaso?.

Viñeta publicada el 20 de febrero de 1870 en La Flaca n.º 35 Tendencias

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