Chips taquilleros.
Recientemente se ha puesto en marcha una nueva aplicación de la informática. Los ordenadores personales han invadido las taquillas de los cines y teatros e incluso de los cosos taurinos, para facilitar entradas a todo aquel que quiera demandarlas.
Ardua tarea la que se han propuesto los programadores. No dudamos de la eficacia de la aplicación, ni tampoco de su necesidad u oportunidad. Es ridículo que, en puertas del siglo XXI, sigamos adquiriendo las localidades de cualquier espectáculo con los mismos mecanismos con que los romanos imperiales acudían a sus espectáculos circenses.
El problema es otro. ¿La limpieza y rapidez en el trabajo de los ordenadores acabará con los reventas y especuladores, tan afincados en nuestro país? O, los dioses no lo quieran, aún más grave: ¿se imaginan un ordenador metido en la faena de la reventa?. Si a la picardía y falta de escrúpulos sumamos la eficacia informática, el coctail puede ser horrorífico. Me entran escalofríos, sólo de pensarlo.