Chips taquilleros.

Recientemente se ha puesto en marcha una nueva aplicación de la informática. Los ordenadores personales han invadido las taquillas de los cines y teatros e incluso de los cosos taurinos, para facilitar entradas a todo aquel que quiera demandarlas.

Ardua tarea la que se han propuesto los programadores. No dudamos de la eficacia de la aplicación, ni tampoco de su necesidad u oportunidad. Es ridículo que, en puertas del siglo XXI, sigamos adquiriendo las localidades de cualquier espectáculo con los mismos mecanismos con que los romanos imperiales acudían a sus espectáculos circenses.

El problema es otro. ¿La limpieza y rapidez en el trabajo de los ordenadores acabará con los reventas y especuladores, tan afincados en nuestro país? O, los dioses no lo quieran, aún más grave: ¿se imaginan un ordenador metido en la faena de la reventa?. Si a la picardía y falta de escrúpulos sumamos la eficacia informática, el coctail puede ser horrorífico. Me entran escalofríos, sólo de pensarlo.

Viñeta publicada el 20 de febrero de 1870 en La Flaca n.º 35 Tendencias

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