Bella teoría dificilísima de aplicar

Apelar a la ética cuando se trata de poner freno, o disminuir, las irregularidades que cometen profesionales de nuestro sector al enfrentarse a otros competidores en la pugna por conseguir el contrato, es una buena intención que, en la práctica, no sirve para nada. Los intencionados desvíos de lo que debería ser una sana ortodoxia de modelo ejemplar de comportamiento entre empresas rivales siempre los justifican invocando situaciones comprometidas que viven en la empresa, y hacen perentoria la firma de contratos. Y este tipo de justificaciones, dándose con mayor frecuencia en épocas de economía bacheada, también suele aparecer, aunque no prodigándose, con la economía en situación boyante. Es algo muy personal, o muy particular, de complicado desarraigo. Por ello, pareciéndome encomiable que la AEC quiera sacar un código deontológico de obligado cumplimiento para todos sus miembros, dudo mucho que estén en disposición, uno a uno, todos ellos, de asumir pérdidas de oportunidades por salvaguardar principios en los que se basa la limpia competencia. Porque, incluso, si se llama la atención a algunos por sospechosas bajadas de precios, encontrarán respuestas demostrativas de que se trata de una acción irreprochable. Asimismo, si existe una comisión, dentro de la asociación, encargada de perseguir y destapar actitudes presumiblemente censurables ¿Van a contar con declaraciones de clientes, que quizás resulten favorecidos, para abrir una investigación? Por otro lado, el estricto sometimiento al código, por parte de los miembros de la asociación ¿No favorecerá demasiado a las empresas que no pertenecen a ella?

Viñeta publicada el 20 de febrero de 1870 en La Flaca n.º 35 Tendencias

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