Año nuevo ¿vida nueva?
A menos de quince días de iniciado el año 1993, y haciendo un rápido balance de lo que ha supuesto el pasado año, calificado en sus inicios de mágico, los acontecimientos se han agolpado de tal forma que de año mágico, en sus comienzos pasó en sus últimos días a tildarse de annus horribilis. Y es que nadie se percató de que se iniciaba un año bisiesto. Volviendo al recién nacido 1993, todavía nadie parece haberse atrevido a ponerle nombre. Quizás porque nadie sabe lo que ocurrirá, o quizás porque lo que se espera es tan desesperanzador, que mejor obviarlo.
Pero lo que sí parece claro es que la palabra clave volverá a ser, sin duda alguna, crisis. Palabra, que durante el pasado año se ha repetido hasta la saciedad, siempre con matices tremendistas. Pero si se toma el verdadero significado de la palabra podríamos decir que nos encontramos ante una época de cambio, cuyo resultado, no tiene que ser por obligación peor que el anterior. Lo que ocurre, es que el sector de la informática, según afirman los entendidos, se ha acostumbrado a ganar mucho. Así debe ser, ya que justo hace un año Eugenio Triana, Secretario General de Promoción Industrial y Nuevas Tecnologías afirmaba: este es un sector que esta acostumbrado a ganar siempre y en cuanto no alcanzan la cifra que se marcan, se asustan. Crisis, lo que se dice crisis: la de la minería. Pero no sólo desde la Administración se oyen declaraciones en este sentido. Así, desde la empresa privada, hemos oído frases como: estamos atravesando una crisis de madurez, lo que hay es una crisis disfrazada, que únicamente está afectando a los grandes fabricantes. Esto puede ser cierto, porque parece seguro que la filial española del Gigante Azul haya perdido un 15 por ciento de su facturación respecto a su anterior ejercicio.
Una opción que se está tomando como única alternativa ante la pérdida de márgenes es la reducción inmediata de la plantilla, incluso de la técnica. Esto es lo más grave, ya que si bien es cierto que de está forma las empresas dejaran de perder o incluso ganarán a corto plazo, también es seguro que a la larga, su base tecnológica se resentirá frente a la competencia y será, entonces, cuando no quede más remedio que echar el cerrojazo.