2006, el reto del espacio

Crece la contribución española en los programas de la ESA

Las tecnologías del espacio permiten prevenir desastres naturales, pronosticar la ruta y la intensidad de los huracanes, conocer la situación climatológica de un país o incluso de una provincia determinada. Un área de progresivo interés gubernamental que amplía el abanico de posibilidades para la gestión de catástrofes impredecibles, como incendios, erupciones volcánicas, terremotos o maremotos.

Hace escasas semanas, España entraba con nombre propio en el sector aeroespacial con el desarrollo, por primera vez, de un sistema nacional de observación de la Tierra por satélite, una iniciativa que se enmarca en la decisión de incrementar la participación de nuestro país en los futuros programas de la ESA y la facturación anual del sector espacial español.
El satélite español pasará a formar parte de la iniciativa de ámbito europeo GMES (Global Monitoring for Environment and Security), junto con aportaciones de Francia, Italia, Alemania y Reino Unido. La participación española se centrará en las iniciativas de exploración de Marte, en el programa GMES, ya mencionado, y en misiones de demostración en órbita asociadas a tecnologías de navegación y vuelo en formación. Se realizarán también desarrollos específicos de telecomunicaciones, así como una importante inversión en programas científicos y de exploración del sistema solar.
Esta iniciativa es el resultado de dos años de trabajo conjunto del CDTI (Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial) y el INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial) que han colaborado en el diseño y financiación de diversos estudios de viabilidad para su desarrollo. Estos trabajos han permitido conocer con detalle las capacidades técnicas disponibles en la industria nacional, la demanda potencial de los servicios que ofrecerá el satélite, así como el coste que podría tener un sistema de estas características. Por otro lado, la contribución española en los programas de la ESA (Agencia Espacial Europea) ha experimentado un crecimiento sostenido en los últimos años, ascendiendo en 2005 al 5,97% frente al 5,57% de 2004.

Supercomputadoras al servicio
Sin embargo, esta es la novedad más reciente de la carrera en el sector aeroespacial de nuestro país, aunque no la única. Muchos son los proyectos en los que se hayan inmersos el INTA, CDTI, ESA, INSA o INDRA, entre otros muchos organismos oficiales y compañías privadas en nuestro país. Una de las puntas de lanza de la investigación en este área es la relativa a la prevención de catástrofes naturales y gestión medioambiental, para lo que se utiliza desde satélites de observación de la Tierra, de comunicaciones o los sistemas de posicionamiento por satélite, que permiten conocer la ruta e intensidad de tornados o incluso predecir el tiempo que tardará un huracán en alcanzar una determinada zona del mundo. Sin embargo, no son perfectos, especialmente, cuando hablamos de previsiones a largo plazo. En España, el INM (Instituto Nacional de Meteorología) dispone de una supercomputadora para previsiones meteorológicas, que “requieren de una fuerte capacidad de cálculo para resolver las ecuaciones diferenciales de mecánica de fluidos implicadas en la resolución y previsión, mediante métodos numéricos de los fenómenos atmosféricos”, según expone Mercedes Sierra, directora de aeronáutica, espacio y retornos industriales del CDTI (Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial).
Cada año son muchas las catástrofes que ocurren en el mundo, como inundaciones, terremotos o incendios, provocando grandes daños materiales, así como la pérdida de vidas humanas. Estas tecnologías pueden contribuir a predecir catástrofes y a actuar más rápidamente en momentos de crisis, reduciendo, en buena parte, el volumen de los daños. Respecto a estos sistemas espaciales de observación de la Tierra, Sierra explica que “podemos diferenciar dos tipos de sensores, los pasivos, que se limitan a recibir la energía proveniente de un foco exterior a ellos, y los activos, capaces de emitir su propio haz de energía, que posteriormente es recogido tras su reflexión sobre la superficie observada. En cuanto a los sensores activos, el más conocido es el radar, que se caracteriza por la capacidad de adquirir imágenes tanto de día como de noche, independientemente de las condiciones meteorológicas”
Otro factor a tener en cuenta es la fase en la que se encuentre el proceso. En este sentido, Victoriano Moreno Burgos, gerente de sistemas de teledetección de Indra, reconoce que “en la fase de prevención, es la mera observación de la Tierra la que más puede contribuir a ayudar. Podemos tener actualizada la cartografía temática de usos del suelo y un mapa de riesgos de las zonas de interés sobre los diferentes tipos de catástrofes naturales”.

Los beneficios de la teledetección aérea
La disponibilidad de información a tiempo es uno de los elementos clave en la respuesta a las crisis naturales y la mitigación de sus efectos, para los que se utiliza la tecnología SAR (radar de apertura sintética) y, más concretamente, interferometría diferencial avanzada. Indra Espacio y la UPC están desarrollando un proyecto de I+D dentro del Plan Nacional del Espacio cuyo objetivo es detectar pequeños movimientos del terreno (del orden centimétrico) que den lugar a la generación de un mapa de deformación de una determinada zona. “Esta tecnología se pude emplear para vigilar zonas de riesgo y detectar subsidencias, movimientos y actividad volcánica”, según apunta Moreno Burgos. Por otro lado, destacan las aplicaciones de la tecnología GNSS (sistemas de navegación basados en satélites), que supone el fomento del uso de la navegación vía satélite (conocido por navegación por GPS) al servicio de las actividades civiles, ya que, “los dos sistemas que se han usado anteriormente eran de origen militar (GPS y GLONASS) y, por lo tanto, bajo control”, en palabras del responsable de Indra. El beneficio que reporta se basa en la “posibilidad de tener información precisa de la posición de los elementos sensibles que intervienen en la gestión de una catástrofe natural, tanto recursos materiales como humanos, así como la mejora en la precisión cartográfica de la información geoespacial específica”, en opinión de Moreno Burgos.


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Viñeta publicada el 20 de febrero de 1870 en La Flaca n.º 35 Tendencias

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