La paja en el ojo ajeno

Como cada año por estas fechas, vuelve a suscitarse en Estados Unidos el debate acerca de los efectos de las Tecnologías de la Información –y específicamente Internet– sobre la educación. Este año, por cierto, la cuestión adquiere mayor relevancia política ante la inminencia electoral, puesto que el candidato demócrata Al Gore es un reconocido entusiasta de la tecnología (tanto que hace algún tiempo cometió el gazapo de atribuirse nada menos que la invención de Internet).

El caso es que, como continuador de la política de Bill Clinton, el actual vicepresidente se ha comprometido a alcanzar los siguientes objetivos:
1) Todos los maestros y estudiantes tendrán ordenadores modernos en sus aulas.
2) Todas las aulas tendrán conexión a través de la llamada superautopista de la información.
3) Todos los maestros recibirán la formación y el soporte necesarios para ayudar a sus alumnos en el aprovechamiento educativo de los ordenadores.
4) El software y el uso de la Red serán parte esencial del currículo de todas las escuelas del país.
Naturalmente, las ambiciosas intenciones y el monto de fondos federales necesario para cumplirlas explican que exista gran interés en evaluar la eficiencia en el uso de los ordenadores y de Internet en las escuelas norteamericanas. Y comoquiera que se trata de un enorme mercado, la propia Software Information Industry Association (SIIA), que representa a las empresas del sector, acaba de publicar un informe titulado 2000 Report on the Effectiveness of Technology in Schools (www.siia.net). Se trata de un documento de 136 páginas en el que un grupo de expertos pasa revista a centenares de casos de aplicación –no siempre acertada– del software y los recursos mutimedia y online en la enseñanza de toda la gama de asignaturas escolares.
La conclusión más general del documento puede parecer obvia: “La tecnología puede mejorar la enseñanza y el aprendizaje, pero no basta con disponer de la tecnología para obtener mejores resultados educativos. Que se materialicen sus beneficios potenciales depende del software que se escoja, de lo que los estudiantes hagan con él y del grado en que los educadores sean capaces de estructurar el uso eficaz de la tecnología, mucho más que del acceso suficiente a ésta”. Y, para ello, la asociación empresarial subraya que el aspecto crucial es el desarrollo profesional de los educadores.
Un estudio que viene firmado por una organización de la industria no podía menos que despertar suspicacias entre muchos educadores, que temen verse presionados por las reglas del negocio y no por consideraciones pedagógicas. Kirk Johnson, que recientemente procedió a analizar los datos recogidos en una gigantesca encuesta gubernamental de evaluación educativa –National Assessment of Educational Progress– estima que los datos oficiales disponibles sugieren que “aunque los políticos se inclinan fácilmente por aumentar el número de ordenadores en las escuelas, las investigaciones sobre su contribución a la mejora del rendimiento académico no son concluyentes, en el mejor de los casos. En otras palabras, no está claro que gastar más dólares en ordenadores elevará los resultados de los alumnos en las pruebas de fin de curso” (www.heritage.org/library/cda/cda00-08 .html).
Aunque toma distancias con respecto a la SIIA, el análisis de Johnson coincide en un punto con el de los expertos contratados por la industria: la preparación de los educadores es el factor clave, porque en general, su experiencia en el uso de la tecnología es muy inferior a la de sus alumnos, lo que comprensiblemente genera un obstáculo en su aprovechamiento de los recursos que el sistema de educación pone a su disposición. En consecuencia, apoyándose en prolijas estadísticas, Johnson viene a decir que el rendimiento de los estudiantes es tanto mejor cuanto mayor es la formación de sus profesores.
El Departamento de Educación, a través de su página web, ha publicado recientemente una guía de evaluación (www.ed.gov/ pubs/EdTechGuide) para que los responsables escolares, los profesores y los padres puedan medir la calidad en el uso de Internet en las escuelas.
Son marginales las opiniones que cuestionan la importancia creciente de las T.I. en la educación. Pero se refuerza la tesis de quienes defienden que al planificar las inversiones en tecnología educativa debería prestarse atención preferente a reciclar al profesorado, en lugar de la obsesiva preocupación por el parque informática y las redes. Claro que, leído con ojos españoles, este juicio debe matizarse mucho: Clinton y Gore proponen dedicar anualmente un mínimo de 6.000 millones de dólares (1,1 billón de pesetas) a dotar a las escuelas públicas de hardware y software así como a un intensivo programa de formación de profesores.
Aun salvando todas las distancias, la magnitud de estas cifras sorprende a la luz de las estadísticas (nces.ed.gov/pubs2000/ 2000102A .pdf), que pueden resumirse así:
• Al finalizar el curso 1999, el 89% de las escuelas públicas estadounidenses y el 51% de sus aulas estaban equipadas con ordenadores conectados a Internet. Curiosamente, la proporción es inferior en la educación privada: 67% de las escuelas, 26% de las aulas.
• A la misma fecha, la media nacional en la educación pública era de 1 ordenador por cada seis alumnos. Cinco años antes, la proporción era de 1:11.
• Más de la mitad de las escuelas de Estados Unidos tienen su propia págin

Viñeta publicada el 20 de febrero de 1870 en La Flaca n.º 35 Tendencias

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