Perspectiva

Servidores por el morro. Desde que al mundo le han salido ojitos en forma de pantalla están ocurriendo cosas muy raras. Todo el mundo tiene un ordenador. Unos, como el mecánico de mi pueblo, porque le dijeron que era una cosa muy buena para llevar los papeles al día. Lo compró, y pobre, le coincidió esto y la ampliación del taller con la crisis económica. Ricardo Cámara (*)

El ordenador se infrautiliza para hacer las facturas, llevar lo del IVA y poco más. Sólo como nido de mierda en un rincón del taller junto a una menda buenísima que, desde el calendario, parece no salir de su asombro a juzgar por como tiene las glándulas mamarias, mirando a los viejos clasificadores de anillas que precedieron al ingenio, un efímero altar de magia del que cada uno que pasa por allí dice cosas.

Alguien, que se las da de saber de estas cosas de la informática, dice que es de silicona; “¿Qué, las tetas?” “No hombre, el disco duro. ¿No ves que tiene así como venitas...?. Eso tiene que ser un derivado de la silicona, digo yo...” Lo cierto es que allí está pasando frío y calor el cacharrito y, eso que echó los dientes con un programa a su medida que estaba preparado para llevar la contabilidad, las liquidaciones trimestrales, el material de almacén y todo eso. Pero un día, alguien dejó el bocata de anchoas sobre el teclado y, desde entonces, dice mi amigo que está gripao. Ya le han mirado por acá y por allá, pero se revela. “Yo creo”, -sigue diciendo-, “que lo terminó de arreglar la chavala aquella que tuvimos de secretaria una semana cebándolo de celulosa. Pues mira, no pasó más que le decías a la chica: ¡niña!, mete esto en el ordenador y, ella muy obediente, doblaba los papeles hasta dejarlos chiquitines y los metía por la parte de atrás del televisor, -que dicen-, por esas rendijitas que tiene y que se limpian tan mal”.

Una iglesia seria

El cura del pueblo, y eso que el pueblo ha crecido mucho con los adosados, dice que no tiene ordenador. “¿Para qué?”, se pregunta. “Esta es una iglesia seria, no de esas que tienen pantalla y karaoke”. Por todo ejemplo pone a Clinton y argumenta: “mira si ése no tendrá ordenadores y fíjate como le va”. Alguien a mi espalda, no sin razón, dice que a la que le va bien sin ordenador es a la sobrina del cura, “¡que tiene un Volvo...!” “¡No seas bestia”, -añade otro por mi retaguardia- “he dicho Volvo, con V y no con P de Pentium!”. “Hombre, ¿usted sabe eso?”. “Bueno, yo los manejo y, de momento, no se me revelan los ordenadores. Son un gran adelanto” “¿Y usted a qué se dedica?”. “Escribo y garabateo por los periódicos...” “Hombre entonces tendrá un...” (no se que me dijo). “Pues no, mire usted, yo a boli y con una máquina eléctrica muy apañada”. “Pero si hoy día es un ciencia imprescindible, es el futuro hecho presente en cada segundo que pasa...” “No siga, se lo ruego. Personas con talla de ello, que están inmersas en estas cuestiones, me han dicho lo mismo que intenta usted pero sin la arenga que ya diviso”. “Pues perdone si le he molestado, pero yo sólo pretendía...” “Gracias, buenas tardes”. Como por un impulso procedente del ratón que no tengo, desapareció. De regreso a casa veo que están adecentando un viejo local que llevaba cerrado mucho tiempo. En su interior me encuentro a un antiguo conocido que se caracteriza por una permanente borrasca, dicen que de parto, centrada en su cerebro a juzgar por las cosas que manifiesta mediante cualquier sistema de expresión. Le pregunto si se ha quedado con el local y me pone al día en el momento. Cuenta que, cómo el local era de su familia y han conseguido repartir la herencia, a él le ha tocado eso y va a poner una tienda de cosas de oficina, cintas para las máquinas, ordenadores y, eso que, -argumenta- “ahora se vende tanto. Y si no se vende, pues pongo un mostrador y abro botellines. Como el local es mío y no tengo otra cosa que hacer..”.”Pero, hombre” -le digo- “para eso hay que saber algo de lo que vendes; eso no es como quitarle la chapa a una botella de cerveza y poner unas aceitunas...” “Mira, de momento, a la chica que va a vender la voy a llamar Mari-Chip o Marichís, que no me he enterado bien. Luego en la tienda habrá lo que me traiga el distribuidor y como cada cosa lleva el nombre en la caja... no hay problema. Ya he mirado unas cuantas cosas y no me choca lo de estación de trabajo, aunque aquí es difícil, porque no hay cercanías... Mainframe, MS y otros Dos, Lastop... ¿A que parece que llevo toda la vida en esto?. Si es como todo, sólo es cogerle el tranquillo... Y a ver si te animas y vienes a comprarme algo, que te haré algún descuentillo...” “Mira, le digo, yo no tengo ordenador, aunque me lo estoy pensado...” Tajante, me interrumpe: “no se hable más. Tú serás mi primer cliente. Ya verás que precio te hago. Mira hay uno muy bueno, no se qué de la Pacard, que debe ser extranjera, que dice mi cuñado que lo tiene en su oficina y hace de todo”. “No, mira, yo necesito buscar algo adecuado a mis necesidades y también a mi presupuesto”. Vuelve a interrumpirme y me hace un presupuesto. Finjo prisa repentina y le digo que ya pasaré otro día a recogerlo.

Un sudor frío

Un sudor frío me recorre hasta esas partes de la anatomía que descubres que las tienes cuando te llevan a urgencias de la Seguridad Social. Por fin llego a casa, intento relatar, ya con cierto relajo y mejor ánimo, las recientes vivencias y la parienta, metida en limpieza, me dice que ha encontrado un sitio ideal para el ordenador, que esa es otra. Mi anecdotario queda momentáneamente congelado y atiendo las explicaciones que, al parecer son el no va más en precio, calidad y capacidad para nuestras necesidades domésticas, y en las inminentes del niño si no queremos poner en circulación un analfabeto. El sudor frío ya es como de la familia; preparo el baño y, cuando estoy en ello, me pregunto por qué todo el mundo se empeña en vender equipos informáticos, con o sin beneficios sobre las ventas. Debe tratarse de algo muy especial como para llegar incluso a crear algo así como una secta de impenitentes vendedores de esos chismes. Por cierto, ¿Y Bill Gates, que dirá de esto?

* Ricardo Cámara es periodista. Desde hace más de ocho años colabora en ComputerWorld ilustrando la página de opinión del semanario. No sabe, ni quiere saber, nada sobre las Tecnologías de la Información, y mantiene una visión absolutamente surrealista del mundo de la informática. (Una visión, todo sea dicho, que en numerosas ocasiones comparte el equipo de Redacción de ComputerWorld).

Viñeta publicada el 20 de febrero de 1870 en La Flaca n.º 35 Tendencias

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