Gestión de entornos distribuidos
Desde mediados de los años 80, la gestión de redes y sistemas se ha convertido en uno de los aspectos más importantes que deben afrontar las organizaciones informáticas. El rápido avance de las tecnologías de la información hacia el nuevo modelo de arquitectura cliente/servidor y sistemas abiertos, así como las continuas innovaciones en elementos hardware y software, permite obtener mayores rendimientos y mejor integración de los componentes tecnológicos, poniendo a disposición de los usuarios toda la potencia del cálculo corporativo.
La progresiva descentralización de la capacidad de proceso y la sofisticación de los elementos que se utilizan impactan notablemente en las actividades de gestión, exigiendo la implantación de nuevas tecnologías , procedimientos, herramientas y la adopción de nuevos perfiles técnicos.
Existe una serie de procesos que se venían realizando hasta ahora de un modo tradicional y mediante técnicas bien conocidas, que pasan a necesitar un enfoque distinto e innovador. Entre ellos destacan la detección, aislamiento y resolución de los problemas, o la medición y ajuste del rendimiento individual y global del sistema.
Por otra parte, surgen una serie de funciones de gestión nuevas, tales como la distribución electrónica de software y datos a PCs, la sincronización de procesos que se ejecutan en diferentes plataformas, estrategias de backup y recuperación local, mapas topológicos, necesidad de un código de usuario único entre plataformas, etc. Esta serie de cambios producen también un fuerte impacto en la organización informática, y especialmente en los usuarios que deben realizar un mayor número de funciones y necesitan recibir un mayor soporte.
Al abordar la problemática de gestión de este nuevo entorno, es imprescindible tener una visión global de conjunto, además de un modelo sobre cómo implantar e integrar las diferentes actividades. Dado que estas funciones están estrechamente ligadas, el mayor reto no es resolver un aspecto individual, sino conseguir un modelo de operación que engarce las diferentes piezas y las haga funcionar conjuntamente como un todo. Desgraciadamente, no existen en el mercado soluciones globales completamente satisfactorias, lo que supone un esfuerzo adicional y la necesidad de realizar interfaces entre los productos que desarrollan cada una de las funciones.
Las funciones necesarias para la gestión de un entorno distribuido y las relaciones existentes entre las mismas pueden contemplarse en el siguiente modelo:
Conceptualmente, las actividades de gestión pueden dividirse en cuatro grandes áreas:
La Gestión de Servicio, que se centra en la optimización del nivel de calidad de los servicios que se proporciona a los usuarios.
La Gestión de Cambios, que incluye la realización, seguimiento y control de cualquier modificación que se introduzca en el entorno distribuido.
La Gestión de Sistemas, que comprende todas aquellas funciones necesarias para la explotación y el desarrollo de las actividades diarias en un entorno distribuido.
La Planificación, que permite predecir la evolución del entorno partiendo de la situación actual y de las previsiones de crecimiento.
Existen, asimismo, una serie de relaciones funcionales entre las diferentes áreas que aconsejan no tomar decisiones respecto a una ellas sin considerar antes las implicaciones que ello pueda tener sobre el resto. A continuación vamos a describir brevemente la concepción general del modelo.
El inventario constituye el núcleo central del sistema. Antes de poder gestionar efectivamente un entorno distribuido se deben tener perfectamente inventariados todos los componentes hardware y los elementos software de la instalación. El inventario debe contemplar no sólo las características técnicas de los componentes, sino también todos los aspectos económicos de los activos (depreciaciones, amortizaciones, costes...) a fin de poder realizar una correcta gestión financiera.
Los agentes externos (usuarios, proveedores y arquitectos de desarrollo) se relacionan con el sistema exclusivamente a través del área de Gestión de Servicio, que es su único interlocutor válido y punto de entrada para peticiones, problemas y cambios. El Help Desk recibe y registra las incidencias y peticiones de los usuarios, resolviendo al instante las que puede, y asignando el resto a los grupos de resolución más adecuados. Cuando una incidencia reviste mayor gravedad, pasa a convertirse en un Problema, y éste a su vez deriva normalmente en la apertura de un Cambio, hardware o software.
Los cambios hardware se gestionan completamente en este área del modelo, y una vez se han completado satisfactoriamente, se procede a actualizar el inventario y cerrar el cambio abierto. Los cambios software se controlan normalmente a través de la función de Gestión del Ciclo de Vida del Software. Este conjunto de acciones permite definir y gestionar eficazmente los estados por los que pasa el software de la instalación durante toda su evolución (entornos de desarrollo, tránsito, prueba, preexplotación, explotación, monitorización...) Para implantar ciertos cambios puede ser necesario emplear las facilidades de transporte ofrecidas por la Distribución electrónica de Software y Datos.
El área de Gestión de Cambios engloba una función para la validación de los nuevos componentes antes de ser puestos en servicio. Esta función es básica para preservar la integridad del entorno distribuido y se realiza en un banco de pruebas o Maqueta. Ello proporciona numerosos beneficios tales como probar el hardware y software previsto para el entorno distribuido antes de su instalación, elaborar los procedimientos de instalación, ajustar los parámetros necesarios para el correcto funcionamiento integrado y asegurar que la introducción de un nuevo producto no va a afectar de forma adversa al entorno existente.
El área de Gestión de Sistemas comprende cuatro funciones fundamentales. Control de la Explotación, que define los requerimientos para la ejecución de los trabajos previstos en el entorno distribuido. Ello implica diferentes actividades productivas (planificación, gestión de almacenamiento masivo, gestión de backup/restore, arranque y parada del sistema, gestión de la impresión...)
Monitorización y Rendimiento, que controla los recursos y asegura que estén disponibles en todo momento, permitiendo cumplir con los compromisos de nivel de servicio establecidos dentro de la Organización. Contempla la definición de los factores críticos, la mediación de dichos factores y la realización de acciones con la finalidad de corregir o mejorar el comportamiento del sistema.
Control de Fallos, que permite tomar acciones cuando acontece un evento negativo en el sistema, definiendo, diagnosticando y corrigiendo el fallo. Tras recibir y filtrar adecuadamente la información procedente de la monitorización, se generan las alarmas correspondientes. Estas pueden regirse automáticamente como incidencias en el área de Gestión de Servicio. El proceso de recuperación puede realizarse automáticamente o requerir en algunos casos la intervención humana.
Por último, el acceso a los diferentes módulos está controlado siempre por la función de Seguridad. Se debe gestionar tanto la seguridad física como la lógica. Debido a la naturaleza del entorno distribuido, esta gestión puede efectuarse de un modo centralizado, remotamente o mediante una combinación de ambos métodos.
El área de Planificación se centra en la elaboración de procedimientos (planes de contingencia, planificación de nuevas releases) y en algunos casos pueden emplearse herramientas específicas (realización de planes de capacidad, planes de mantenimiento de los componentes de la instalación).
A la hora de poner este modelo en práctica, surgen una serie de aspectos que debemos considerar. En algunos casos, las