Derecho a la pataleta

El derecho a la pataleta es irrenunciable y es, además, una de las pocas opciones –por no decir la única– que tenemos cuando no nos dan la razón. Y aquí está como un ejemplo más reciente la nota enviada por Hispalinux en la que no deja títere con cabeza, empezando por el Gobierno pasando por los políticos y cómo no, haciendo un especial énfasis en el poder de las multinacionales. Y toda esta serie de reclamaciones con la excusa de la ley de patentabilidad del software que a simple vista parece un poco desmedido pero que ahondando y sobre todo analizando lo expuesto se entiende perfectamente. En primer lugar, se denuncia que proyectos de gran calado social como Molinux, Max, Linex, Guadalinex, Lliurex.... puedan morir antes de nacer por el poco apoyo que tienen de las clases políticas. Bien, y la pregunta es ¿era necesario su nacimiento? Porque si realmente es así, que no se preocupen: cuando un proyecto es interesante para una mayoría al final no hay nada, ni nadie que lo pueda parar. Otro punto, pero muy relacionado con lo anterior pasa no solo por no valorar sino por menospreciar el papel de las multinacionales norteamericanas del software, y afirman que “más que construir Europa nuestros representantes están poniendo mecanismos para esclavizarla a los intereses de grandes empresas que ni siquiera son europeas perjudicando clarísimamente a los consumidores”. Aquí, sinceramente, uno puede sentir que ha iniciado un viaje retrospectivo hacia épocas lejanas en las que nuestro país sobrevivía –económicamente hablando– gracias a una autarquía o proteccionismo férreo de los productos nacionales y cerrando así la entrada de cualquier bien que proviniese de más allá de nuestras fronteras, aunque su calidad y precio fuesen mejores y más competitivos. Por ello, creo que reclamar a ese modelo económico no puede ser considerado viable en un mundo en el que la globalidad es un hecho y en donde hay sitio para todos, y en donde, por supuesto, las etiquetas ya no son un valor.