Buenas intenciones y ambiciosos objetivos de la AEC

La AEC (Asociación Española de Empresas de Consultoría), en su discurso permanente para lograr impregnar de honestidad las relaciones con los clientes y conseguir imponer la ética profesional en las confrontaciones competitivas entre las compañías consultoras, ha elaborado un código deontológico de obligado cumplimiento patra todos sus miembros. La intención es buena, y loable, ya que, a la par que persigue un ejercicio ejemplarizante que implica directamente a todos los miembros de la asociación, lanza un mensaje de muy buena voluntad al colectivo cliente que es, en definitiva, al que hay que conquistar (no solamente con discursos plagados de excelentes compromisos) con hechos que evidencien, y respalden, que la teoría de los buenos comportamientos -proveedor-cliente, y proveedor-proveedor- está siendo aplicada. Los objetivos, si se logran, además de acreditar a las empresas que son capaces de imponerse normas de obligado cumplimiento de inequívoca dureza -porque el concepto competir parece conceder licencias de comportamiento que ponen vigente el refrán “el fin justifica los medios”- tendrían un destinatario que resultaría gran favorecido: El cliente.
Reiterando la enhorabuena a la Aec por sus iniciativas conducentes a conseguir un trato siempre justo con el cliente conviene tener presente o, más aún,-omnipresente- en cualquier lugar; en cualquier circunstancia; con cualquier cliente que el contenido del código deontológico debe prevalecer por encima de las necesidades e intereses económicos del momento que vive cada compañía, y aquí radica el quid de lo verdaderamente complicado. Porque, también en la Aec se elaboró una magnífica guía para la idónea relación con el cliente y el adecuado comportamiento entre proveedores, el “Libro Blanco de buenas prácticas en el mercado de la Consultoría” -sin parangón, por excelente, con cualquier otra obra con similares objetivos publicada en nuestro sector- y, después del tiempo transcurrido estando vigente su contenido ¿Cuáles han sido los motivos para que, además, se haya estimado imprescindible arropar esa gran guía con el nuevo código deontológico? ¿Tanto nubla la mente, ofusca los sentidos, envilece la competencia, y acrecienta la necesidad de facturar como sea, la recesión que padecemos?

Viñeta publicada el 20 de febrero de 1870 en La Flaca n.º 35 Tendencias

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